Tumbas egipcias del Valle de las Reinas
La inmensa mayoría de los vestigios de la civilización del Antiguo Egipto nos han llegado de la gran necrópolis de la ciudad de Tebas, en la orilla occidental del río Nilo, frente a Luxor, donde se encuentra el magnífico templo del mismo nombre.
Dentro de esa gran necrópolis, en su zona situada más al sur se halla el llamado Valle de las Reinas, donde se conservan más de un centenar de tumbas excavadas en la propia roca. En este emplazamiento, faraones de diferentes dinastías decidieron enterrar tanto a sus esposas como a otros miembros de su familia. Entre todas esas tumbas hay una que destaca especialmente por el conjunto pictórico mural que se salvaguarda en su interior. Se trata de la Tumba de la reina Nefertari. No obstante, aunque es la tumba donde más pinturas se han hallado, no es la única que las conserva.
El conjunto de las tumbas del Valle de las Reinas, no sólo ha proporcionado magníficas obras de arte. Al mismo tiempo se han hallado vestigios materiales de enorme importancia para conocer la sociedad y los métodos de trabajo del Egipto de los faraones.
En pleno corazón del valle se ha descubierto un poblado en el que habitaban los trabajadores que intervinieron en la construcción de este conjunto funerario. Y por supuesto entre los restos arqueológicos han aparecido muchos de los útiles y herramientas que usaban estos obreros en sus faenas, gracias a los cuales los historiadores han podido investigar las técnicas de trabajo de la época, tanto en el campo constructivo como decorativo.
Por ello se sabe que la primera labor a realizar era la elección del lugar concreto para excavar cada una de las tumbas. Tras eso los arquitectos realizaban el diseño de la tumba, ajustándose en cada momento a los modelos artísticos y estilísticos establecidos en su época, así como también era muy importante ajustarse a los requisitos formales del rango de cada uno de los personajes que habían de ser enterrados.
El arquitecto actuaba como verdadero jefe de obra, estando en ella de forma casi constante. Es decir, era tanto quién concebía el diseño de la tumba como quién controlaba a modo de capataz el trabajo de los obreros. Unos obreros que se organizaban por cuadrillas especializadas en diferentes tareas, como elegir las piedras a usar, tallarlas posteriormente, realizar esculturas y relieves o pintar los muros de las tumbas. Y dentro de esto ese trabajo, aquellas tareas más duras y también las menos gratificantes eran labor de los esclavos.
Hay que tener en cuenta que no se trata de construcciones, sino de excavaciones subterráneas. Por ello los distintos tipos de trabajos se iban solapando unos a otros. Así, mientras se continúa excavando en las zonas más profundas de la tumba gracias a un tipo de antorchas en las que se usaba sal para eliminar el humo. En las zonas ya excavadas más próximas a la entrada, ya se realizaban los bajorrelieves que posteriormente coloreaban los pintores.
Esas paredes se preparaban para ser decoradas con un alisado a base de arcilla y caliza, a la que después se le aplicaba una fina capa de yeso que facilitaba el trabajo de esos pintores. Estos artistas plasmaban representaciones decorativas siempre de temática religiosa, tanto con figuras como con jeroglíficos, inscripciones o invocaciones divinas.