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Arte rupestre de la cueva de Sebaayeni

Publicado por A. Cerra

Grabados rupestres de la etnia san

La cueva de Sebaayeni atesora algunos de los restos de arte rupestre más valiosos del continente africano. Fueron obra del pueblo san, un grupo étnico perteneciente a los conocidos como bosquimanos, denominación que le dio el hombre blanco a todas estas tribus que vivían en los bosques de Sudáfrica.

Esta cueva de Sebaayeni se encuentra en el territorio que actualmente Patrimonio de la Humanidad y que está protegido por los parques nacionales Maloti y de Drakensberg, los cuales forman un conjunto continuo, aunque administrativamente pertenezcan a dos países distintos: Lesoto y Sudáfrica, respectivamente.

En ese territorio montañoso, donde la altura es más que considerable, vivieron los san durante cuatro milenios, aunque en la actualidad ya no residen aquí, y de alguna forma los pueblos bosquimanos herederos se encuentran en la actualidad sobre todo en Botswana.

Todo este paisaje que combina sobre todo un material tan duro como el basalto con otros estratos de roca arenisca mucho más blanda y erosionable. Así que en este medio la formación de abrigos y cuevas de forma natural es una constante. Y esos sitios fueron el hogar de un pueblo nómada como el san. Además de que en esas cuevas dejaron más de 35.000 grabados, a partir de los cuales podemos reconstruir sus formas de vida, e incluso si los comparamos con los pueblos bosquimanos que se mantienen en la actualidad, podemos hasta descubrir como en esos grabados sobre la roca, también volcaron sus creencias.

En total se han hallado más de 600 cuevas con este tipo de arte rupestre de los san, aunque algunas también tienen pinturas más recientes, de los siglos XIX y XX, hecha por los bantúes. Pero de todas esas cuevas hay 17 en la zona del río Ndedema que atesoran varios miles de grabados y pinturas, y precisamente allí es donde está la cueva de Sebaayeni.

Aquí están representados todos los temas y formas habituales del repertorio artístico san. Es decir hay infinidad de animales y también ellos mismos con sus instrumentales y sus actitudes de vida cotidiana.

Gracias a eso podemos corroborar que desde la prehistoria fueron un pueblo cazador, sobre todo de antílopes. Y que también eran recolectores. A la primera tarea se solían dedicar los hombres, mientras que las mujeres eran las que tomaban los frutos de los árboles o los tubérculos silvestres de los bosques.

No obstante, aunque haya esta división de tareas clara entre hombre y mujer, esas pinturas también nos muestran que el poder de cada grupo familiar podía recaer lo mismo en ambos géneros, dependiendo el gobierno más de la capacidad y carácter de las personas, que del sexo. Lo cual no deja de ser un rasgo muy interesante para unas imágenes tan sumamente antiguas y de una sociedad sin desarrollo.