Pinturas de la Cueva de Altamira 2
Dentro de todo el conjunto de pinturas de la Cueva de Altamira lo que posiblemente más llama la atención son las pinturas policromadas del techo. Una zona que ocupa aproximadamente una superficie de 18 x 9 metros. En ella se ve una gran cantidad de figuras de animales, siendo los más numerosos los bisontes y los ciervos, aunque también hay caballos y jabalíes. Todos ellos de una apariencia muy realista, y pintados directamente con pigmentos naturales aplicados sobre la roca de la cueva.
La gran mayoría de estos animales aparecen contorneados con una silueta negra, que a veces se prolongó con otros trazos en el interior de la figura. Y esas siluetas posteriormente se rellenaban de color. Algunas de estas figuras se hallan en zonas de la cueva con un acceso realmente difícil, lo que ayuda a pensar en el carácter ritual de estas representaciones, como si se eligieran emplazamientos a modo de pequeños santuarios o altares.
Para pintar esas figuras, sus creadores usaban diversas técnicas. Una de ellas serían rudimentarios pinceles fabricados con pelos de animal. Pero también hay otros elementos que se realizaban por medio del soplado. Es decir, colocar los pigmentos en una caña hueca, apuntar hacia la zona a la que se le quiere dar color y soplar para cubrir la roca. E incluso, también se aprecia que ciertos trazos los realizaban con la mano o los dedos.
También hay figuras que no tienen relleno de color y tan solo se ve el dibujo o silueta del mismo. Lo cual es lo más habitual en las pinturas prehistóricas europeas, sin duda en general mucho más simples y primitivas que las de la Cueva de Altamira.
En cuanto a las formas de representar los animales, hay gran variedad, sobre todo en cuanto a los bisontes. Ya que se pueden ver ejemplares en pie pero también los hay heridos o muertos, así como se representaron animales de diferente edad, habiendo también crías.
Es decir, no se trata de un conjunto de formas repetitivas, sino que hay una gran variedad de formas. A lo cual sin duda alguna ayuda la extraordinaria maestría del artífice o artífices de este conjunto de arte rupestre. Verdaderos artistas de su época, el Paleolítico, capaces de tener la habilidad para pintar esos trazos con pigmentos y herramientas tan rudimentarias. Y al mismo tiempo con la capacidad mental como para plantearse las figuras en su cabeza previamente a la ejecución de la obra, ya que fueron capaces de aprovechar las formas de la cueva, abombamientos, piedras destacadas, agujeros, etc, para incluirlos en la propia pintura, y en algunos casos lograr transmitir una sensación de volumen a las figuras.
En definitiva, desde el descubrimiento de la Cueva de Altamira en el año 1879, ésta ha pasado a ser la gran joya del arte prehistórico, y eso que al principio se llegó a pensar que era una falsificación, dada la enorme calidad de este conjunto pictórico único.