Arte rupestre en la Patagonia: La Cueva de las Manos
Ubicada sobre el Cañadón del Río Pinturas (Provincia de Santa Cruz, República Argentina), la Cueva de las Manos fue descubierta por el Perito Francisco P. Moreno en el año 1876, y constituye uno de los primeros testimonios de arte rupestre que se conservan hasta nuestros días, con representaciones que abarcan más de 9 mil años de antigüedad, desde el Período Holoceno inicial al Postglaciar.
La cueva posee 24 metros de profundidad, 15 metros de ancho en su boca, y unos 10 metros de altura hasta el inicio de la visera. Justamente esta visera, y la sucesión de salientes y aleros que la resguardan del crudo clima imperante en la región, han sido los puntos fundamentales para su gran estado de conservación.
Pertenecientes a los indios tehuelcehes y sus antecesores, que habitaron esa zona 13.000 años antes de Cristo, las pinturas han sido clasificadas en tres grupos principales:
7.730 aC hasta 5.470 aC:
Representación de manos en negativo sobre superficies coloradas La materia prima para estas pinturas mayormente era la hematina (colorado), manganeso o carbón vegetal (negro) y limonita u ocre amarillo (amarillo), diluida con grasa de guanaco, orina o agua.
También se encuentran representadas escenas de cacería, con ilustraciones de seres humanos y de guanacos. Una de ellas retrata un grupo de hombres cercando una manada de estos animales, mientras otra expresa el desbande de otra manada a través de un cañadón. Las escenas se destacan por su dinamismo y por la exactitud de los trazos, particularmente en los guanacos. El artista extiende el detallismo inclusive en una sucesión de líneas delgadas, representando la trayectoria de los proyectiles, llamados bolas perdidas, similares a las boleadoras pero, como su nombre lo indica, no recuperables.
5.430 aC hasta1.430 aC:
Ya menos dinámicas, pero a pesar de esto, estas pinturas suponen un adelanto en las técnicas empleadas, al incorporar el color blanco (con la característica de ser los primeros en utilizar este color), y el rojo toma tonos más obscuros. La representación animal deja de pertenecer exclusivamente a guanacos, destacándose la denominada «Matuasto», semejante a los lagartos de la región. Aumenta la cantidad de pinturas de manos, en gran parte izquierdas e incluyendo el antebrazo, aún cuando son poco frecuentes las manos femeninas o infantiles.
1.430 aC hasta 1.000 dC:
Este último grupo representa figuras humanas lineales, y se destaca por utilizar un rojo encendido. Incorpora la abstracción en dibujos geométricos, triángulos opuestos por el vértice, largas líneas en zig-zag, círculos concéntricos, y otras que revelan su menor antigüedad.
Las técnicas empleadas en esta pintura son el arrastre de dedos, el soplado, pluma o pincel, o impacto (golpeando con un objeto empapado en pintura).
Aparentemente los fines de estas representaciones serían prácticas mágico-religiosas propiciatorias de la fertilidad, la reproducción, el éxito de la cacería, y la medicina ritual.
Las escenas con gran cantidad de manos expresarían una súplica o ruego a fuerzas superiores, mientras que las manos cerca de manadas de animales manifestarían un deseo de captura de los mismos, además de un pedido de abundancia de presas.