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La pintura prehistórica (I)

Publicado por Chus

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Los primeros hallazgos e investigaciones de la Prehistoria, se produjeron en Europa, por lo que la clasificación y cronología de la Prehistoria de este continente sirvió para establecer las del Oriente Próximo, África, Oceanía y América, aunque posteriormente se hayan establecido clasificaciones diferentes e independientes de las europeas. Tomando como base la división de las tres Edades, Piedra, Bronce, Hierro, en que se divide tradicionalmente el estudio de la Prehistoria, dentro de cada una de ellas se han ido estableciendo una serie de subdivisiones a medida que se fue obteniendo un mayor conocimiento de las mismas. En la Edad de Piedra se distingue el Paleolítico, caracterizado tecnológicamente por el empleo de la piedra tallada, el Neolítico, marcado por la pulimentación de la piedra y el comienzo del uso de la cerámica y, entre ambos períodos, el Mesolítico, o de transición. El Paleolítico es el más largo de todos, en el que se inicia y desarrolla la hominización (posición erguida, liberación de las manos con el pulgar oponible, reestructuración del cerebro, etc.), y puede subdividirse a su vez en Paleolítico Inferior, Medio y Superior. En el Paleolítico Inferior los diferentes tipos de homínidos ya emplearon utensilios tallados (pebble cultura, industria abbevillense, achelense, etc), en el Medio, las industrias líticas se diversifican y perfeccionan (musteriense) y en el Superior además de continuar perfeccionando los diversos utensilios con la aplicación de técnicas cada vez más sofisticadas y eficaces, los humanos de esa época fueron ya capaces de captar elementos de la realidad y reproducirlos en superficie y volumen, de crear lo que hoy conocemos como arte. Estos humanos capaces de abstraerse de tal manera eran nuestros antepasados, los Homo Sapiens.

Con respecto a la pintura, la que conservamos y conocemos se encuentra en el interior de cuevas y abrigos naturales, lo que significa que el hombre aprovechó una serie de espacios naturales para recrear un mundo con otras realidades que no se encontraban antes allí. Es lo que conocemos como arte parietal. A diferencia de los lugares en que se han encontrado restos de grabados y bajorrelieves tallados en las rocas, en los que aparecen restos asociados a lugares de uso (huesos de animales, restos de hogares, fragmentos de pedernal, etc.), en aquellos en que hay pinturas y se encuentran en lugares recónditos, en la parte más oscura de la cueva, no se encuentran vestigios de la vida cotidiana de sus pobladores, por lo que cabe suponer que o bien se correspondían con lugares de acceso restringido bien a ciertas personas, o a determinadas ceremonias, o incluso no se volvían a utilizar una vez que se habían pintado.

Responder a la pregunta de para que se pintaban estas cuevas, de la función de estas primeras expresiones artísticas ha preocupado a los historiadores del arte desde la segunda mitad del siglo XIX, momento en que nace la disciplina. Hay quien propuso una explicación del “arte por el arte”, lo que incluso llevó a establecer la formación de escuelas en la evolución de la pintura paleolítica. A finales del siglo XIX, se descubrieron pueblos primitivos desconocidos hasta ese momento como los aborígenes australianos o los bosquimanos que, pintaban y decoraban sus armas y útiles de manera semejante a los hombres prehistóricos, y lo hacían por motivaciones mágico-religiosas. Así tras diversos estudios etnográficos se estableció que la motivación de la pintura paleolítica era mágica, una especie de ritual propiciatorio de la caza mediante la representación de animales, para que por simpatía, el espíritu del animal les fuese propicio.

Este concepto continuó derivando hasta llegar a especular acerca de la “magia de fertilidad” propiciatoria para el aumento de las distintas especies incluida la humana, asociando así a las “Venus paleolíticas”. Lo cierto es que la significación del arte paleolítico es todavía un misterio, ya que el planteamiento apuntado anteriormente es plausible, pero hay peculiaridades y múltiples excepciones que se escapan a él. Como dijo Joan Sureda “…solo conocemos el esqueleto iconográfico y formal de un mito. Nos falta conocer el propio mito”.