Pintura Prehistórica (V)
En torno al décimo milenio a. C. asistimos al final del último período glacial, que marca el inicio de una nueva etapa, conocida como Neolítico, claro que el paso de una a otra etapa no es brusco, sino que se realiza a través de un período de transición, el Mesolítico, que, según las regiones, abarca de dos a tras mil años. En el Paleolítico y en algunas fases del Mesolítico, el hombre vivía totalmente a expensas del medio natural, al practicar una economía depredadora. En el Neolítico, la relación con la naturaleza varía, ya que se comienza a domesticarla, así el ser humano pasa a ser agricultor, recolector, domesticador y con ello se hace sedentario.
El arte rupestre del Paleolítico Superior fue un arte de cazadores que parece perder su continuidad cuando los glaciares se retiran a latitudes septentrionales. Muchas de las cuevas anteriores se abandonaron, ya que con el asentamiento en poblados, éstas no volvieron a ser ocupadas. La pintura del Neolítico acompaña al desarrollo de los incipientes poblados, especialmente en el Oriente Próximo (Biblos, Jericó, Tell es-Sawwan, etc), destacando los restos pictóricos de Çatal Höyük (Anatolia), en los que sin dibujo previo, aparecen trazados a pincel motivos ornamentales y escenas de hombres y animales, y también aparecen improntas de manos. Los colores dominantes son sobre todo el rojo, al azul, el negro y el gris. Los motivos ornamentales son por lo general formas geométricas (círculos, estrellas, etc) que se colocaban en zócalos e incluso en toda la pared. Las pinturas figurativas muestran escenas de caza o ceremonias relacionadas con ella, en las que se plasma el movimiento. Hombres y animales se pintan con tintas planas y siempre de perfil (aunque los torsos humanos están de frente).
En el norte de África destacan pinturas de esta época que se realizan de nuevo tomando la roca como soporte, tanto la del interior de las cuevas, como la de los abrigos naturales. Se concentra sobre todo en las regiones de Hoggar, Tassili y Fezzán. En ellas se presentan hombres en variadas actitudes, en ocasiones armados portando arcos junto a bóvidos, en una actitud no de caza sino de confusa interpretación (¿ritual?), pintados con rojos, negros y amarilos, junto al blanco usado en los detalles. El ejemplo que acompaña este artículo corresponde a las pinturas parietales de Tassili (en el Sahara argelino).
De todas formas entre los restos de pinturas de este momento se lleva la palma el
Levante español. Se disponen siempre en abrigos rocosos, o sea lugares abiertos, bañados por el sol e incluso en ocasiones se encuentran en paredes al aire libre. Estas pinturas situadas en las sierras costeras poseen un contenido narrativo que las diferencia de las paleolíticas, mientras que a nivel técnico si mantienen relaciones con ellas. Usan los mismos pigmentos naturales a base de ocres, manganeso, óxido de hierro, carbón vegetal, etc., diluidos en grasa animal o clara de huevo y aplicados con pinceles realizados con plumas de pájaro o un método similar.
En general, no se parte de un dibujo previo, sino que se realizan las figuras sin preparación del soporte. Se trata de representar figuras con una clara voluntad esquemática, sobre todo cuando se representa al hombre, geometrizando sus trazos o simplemente insinuándolos. En estas imágenes el motivo principal es el hombre, plasmado en una gran variedad de formas, de actitudes que, comparte en ocasiones su espacio con animales, tales como carpidos, cérvidos, bóvidos, équidos, etc.