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Clarté de Max Le Verrier

Publicado por A. Cerra

Clarté de Max Le Verrier

La vida del escultor francés Max Le Verrier es prácticamente de novela. Nació en el año 1891 a las afueras de París y se le bautizó como Louis Octave Maxime Le Verrier, un nombre que luego acortaría para firmar sus trabajos escultóricos. Podría parecer que estaba destinado a dedicarse al mundo de la creación, ya que su padre trabajaba de joyero y orfebre. Sin embargo fue su propio progenitor el que trató de alejarlo de ello, e intentó con todas sus fuerzas que su hijo realizara otro tipo de estudios, especialmente vinculados con el mundo de la agricultura.

Sin embargo, Max no tenía ninguna intención de seguir esa carrera, y siendo joven la abandonó. No solo eso, sino que con apenas 18 años decidió irse por su cuenta a Inglaterra. Si bien pronto regresó, pero su espíritu le hizo embarcarse en una nueva aventura, y acabó convertido en piloto. Una formación que hizo que se incorporarse a las fuerzas aéreas francesas desde el inicio de la Primera Guerra Mundial.

En el trascurso de la guerra, su nave fue abatida y durante un tiempo estuvo retenido por los alemanes. Así que durante su cautiverio en Munster (Suiza) comenzó a modelar figuras de barro. Eso sería el germen del futuro escultor, el cual descubrió así su vocación, y una vez acabado el conflicto comenzó a formarse en la materia.

De modo que tras regresar a París abrió su propio taller, y a partir de entonces elaboraría algunas de sus obras más famosas. Muchas de ellas representando animales, pero sobre todo figuras femeninas de gimnastas y de bailarinas, como esta célebre Clarté de 1928, que es una escultura de bronce que a su vez es una lámpara. Sus formas propias del Art Decó vigente en la época tuvieron mucho éxito, y durante las décadas de los 20 y los 30 no le faltaron los encargos.

Sin embargo, en los 40 iba a llegar otro conflicto bélico, ahora la Segunda Guerra Mundial. Y durante un tiempo su casa se convirtió en un punto de comunicación para la Resistencia. Sin embargo, casi fue detenido por los nazis y tuvo que huir de París con una identidad falsa. Y no pudo regresar a la capital francesa y a su trabajo hasta una vez acabada la contienda. Desde entonces y hasta su muerte en 1973 siguió realizando esculturas bajo los postulados del arte decorativo, pero también realizó muchos otros trabajos por encargo, desde utensilios de oficina hasta ceniceros. En definitiva, un creador cuya tarea estuvo a medio camino entre el artista y el artesano. Una labor que prosigue en la actualidad con un taller que lleva su nombre.