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Ecce Homo, Alonso Berruguete

Publicado por Laura Prieto Fernández

La escultura del Ecce Homo de Alonso Berruguete, es una de las obras más destacadas de su amplísima producción artística; en ella el artista renacentista presenta un preludio de las formas novedosas y de estética manierista con las que concebirá su arte a partir de este momento.

Alonso Berruguete (149 – 1561) es uno de los escultores españoles más destacados de la época renacentista. Nacido en el seno de una familia de artista, su padre fue el afamado escultor tardogótico Pedro Berruguete, parece ser que el artista comenzó su formación en el campo de la pintura en el taller familiar y completó su formación con sucesivos viajes a Italia de donde incorporó a sus producciones una estética clasicista pero también pudo conocer las innovaciones que paulatinamente desembocarían hacia el estilo manierista.

1413 1 Alonso Berruguete-Ecce Homo-MNE Valladolid

La obra que aquí nos ocupa, el Ecce Homo, se trata de una escultura exenta y de bulto redondo que en la actualidad se conserva en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid; realizada en madera policromada la obra debió de ser realizada en torno al año 1523, cuando Alonso Berruguete se encontraba en Valladolid trabajando en el retablo de la Mejorada de Olmedo junto con Vasco de Zarza. En realidad, no se han encontrado los documentos del encargo de la obra y poco se sabe de ellas hasta que en el siglo XIX, aparece inventariada en la Desamortización en una de las capillas del Monasterio de la Mejorada de Olmedo.

Con todo, podemos concluir que esta sería una de las primeras obras que el artista realiza tras volver de Italia y establecer su taller en la capital vallisoletana. El Ecce Homo se trata de un tema religioso muy común en el Renacimiento ya que con él se enfatiza la faceta humana de Jesucristo, algo que Berruguete ha logrado especialmente en esta escultura mostrándonos a un hombre extremadamente delgado que aparece de pies, ataviado únicamente con un escueto paño de pureza y una capa rojiza volcada hacia el lado derecho y con una soga al cuello; la obra debía representar el momento en el que Jesucristo es presentado ante Poncio Pilato.

La obra es una clara muestra del dolor humano, el rostro de Jesucristo aparece salpicado por múltiples gotas de sangre debido a la corona de espinas; los ojos están semi-cerrados y la boca ligeramente abierta en un gesto agónico. Sin embargo todo ello queda en un segundo plano ante la presencia de un cuerpo extremadamente delgado y alargado que parece quebrarse en cualquier momento y con el que el artista se aleja del canon clasicista de Bigarny y encauza su arte hacia una estética más manierista, alejada de la proporción clásica. Las piernas, resultan entonces demasiado alargadas cruzándose e inclinándose en un gesto de agotamiento, como si ya no contase con la fuerza suficiente para poder sostener al resto del cuerpo y otorgando al conjunto un profundo sentimiento de inestabilidad. Por todo ello, la obra de Berruguete resulta muy innovadora en comparación con las esculturas que en ese momento se hacían en España.