Eduardo Chillida
Eduardo Chillida Juantegui (1924-2002) es, sin lugar a dudas, uno de los mejores escultores españoles de todos los tiempos y su tradición artística se arraiga con las obras de Picasso o con el también escultor Julio González.
Su carrera artística no comenzó de manera usual, de hecho durante algún tiempo fue jugador de futbol en el club vasco que presidía su padre. Chillida comenzó la carrera de arquitectura en Madrid que abandonó al poco tiempo en favor de su carrera deportiva. Desafortunada mente una lesión de rodilla quebró sus expectativas en el deporte y años después decidió ingresar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid donde conoce el dibujo y ven la luz sus primeras obras escultóricas en yeso.
Su verdadera actividad artística comienza cuando en 1948 se traslada a París, allí esculpe obras de tipo figurativas que remiten a las antiguas esculturas de los kurois o korai griegas; con formas geométricas esculpe torsos humanos de gran monumentalidad a esta etapa pertenecen obras como Maternidad o Concreción.
No obstante el verdadero Chillida tarda poco en aparecer, tan solo un año después el vasco ya presenta su primera obra de tipo abstracta, su verdadera tendencia escultórica, Metamorfosis.
El siguiente paso de su meteórica trayectoria lo encontró en la localidad de Hernani cerca de Donosti. De nuevo en su tierra Chillida conoció el material que le cambiaría la vida, el hierro. Trabajo este material solo en combinación con otros y sacó de él su máximo partido. Con el hierro este artista empezó a conjugar lo material y lo aéreo, los espacios materiales y la esencia inmaterial en una perfecta conjunción que adquiere vida en todas sus obras. Con la abstracción rehúye la imitación natural, su capacidad imaginativa y creadora se funde con las capacidades que le ofrece cada uno de los materiales.
Las piedras funerarias o Ilarriak es tan sólo su primera creación de tipo abstracta, para su ejecución se inspiró en la tradición artística y cultural vasca, pero le seguirán muchas más.
Chillida también trabajó otros materiales además del hierro: la madera, el acero, el granito… todos fueron moldeados por la mano de este escultor.
Quizás el Peine del Viento sea su obra más importante, en ella fusiona elementos naturales, escultóricos en una perfecta simbiosis que es su propio elogio al mar. Se sitúa en la playa de La Concha en San Sebastián y el conjunto está formado por tres esculturas de acero de enormes dimensiones en las que la materia y el vacío conjugan con la brisa marina y la fuerza del oleaje.
A partir de la década de los ochenta Chillida comenzó a trabajar con grandes instalaciones escultóricas en las ciudades o espacios naturales. Uno de los mejores ejemplos lo encontramos en el Cerro de Santa Catalina en la ciudad asturiana de Gijón. El Elogio del Horizonte es una imponente pieza de hormigón creada en los años noventa en la que el megalomanismo y la pesadez del material se combinan con el vacío y la presencia del mar.