El Peine de los Vientos de Chillida
Sin duda, el escultor vasco Eduardo Chillida (1924 – 2002) es uno de los más grandes artistas de la escultura de la segunda mitad del siglo XX a nivel mundial. Y pese a su enorme prestigio internacional muchas de sus obras maestras se hicieron en España, como es el caso de la gran escultura Elogio al horizonte de la ciudad de Gijón o una de sus grandes creaciones El Peine de los Vientos, ubicada en San Sebastián, la capital de su Guipúzcoa natal.
Casualmente estas dos obras citadas tienen mucho en común. Ambas son una creación que tienen mucho de arte, pero también de paisajismo y hasta de urbanismo. Ya que las dos solo tienen sentido en su ubicación concreta, porque su relación con el entorno es absoluta. Y en los dos casos ese entorno tiene un protagonismo total en las aguas del mar Cantábrico.
Sin embargo, también hay diferencias. Y una de ellas es el material, porque mientras en la obra asturiana se usó el hormigón, en la vasca empleo su material más querido: el hierro. De hecho, ese metal le emparenta con uno de los escultores españoles más destacados de las primeras vanguardias: Julio González.
Concretamente, Eduardo Chillida hizo el Peine de los Vientos en el año 1977, y con ello no solo alude al sentido literal del título de la obra, que es evidente. Sino que hay mucho más en esta obra.
Es un buen ejemplo de la actitud muy espiritualista que en muchas ocasiones adoptaba Chillida. Con obras como esta busca una energía nueva y positiva que modifique el mundo. Su idea es que esas esculturas sobre las rocas sean capaces de captar la energía cósmica.
Integra a la perfección esas formas de hierro en su entorno, frente al mar y sobre las rocas. Unos hierros que son azotados por el mar, la espuma, el viento y la humedad constante, es decir, unos hierros que se degradarán. Pero Chillida ya tiene esa degradación, y lo cierto es que las concibe con óxido y deterioro, como parte del pase del tiempo.
Desde luego, puede que capten la energía cósmica, pero la interpretación más clara y vibrante, es que son testigos artísticos del sobrecogedor poder de las fuerzas de la Naturaleza. Unas fuerzas a las que se enfrenta la obra con sus formas agresivas, su acabado tosco y su enorme tamaño.
Y lo cierto es que aunque en un primer momento este tipo de arte no estuvo exento de cierta polémica e incomprensión, la verdad es que a día de hoy el Peine de los Vientos es una de las imágenes más emblemáticas y reconocibles de la ciudad de San Sebastián. Tanto que se ha convertido en un verdadero símbolo de la urbe y una de sus imágenes más turísticas.