El faraón Zoser
Esta escultura del Antiguo Egipto realizada en piedra caliza hacia el año 2670 antes de Cristo, en la actualidad se conserva en el Museo Egipcio de El Cairo, la capital del país.
La talla mide 1,42 metros de altura, y como nos presenta al faraón sentado se trata de una obra prácticamente de escala natural. De hecho, está considerada como la obra más antigua en la que se nos muestra a un gobernante a su tamaño real. Tras ella vendrían otras muchas semejantes, y entre todas ellas destaca la de otro faraón posterior y que también se conserva en el Museo Egipcio de El Cairo, se trata de la Estatua de Kefrén.
No obstante, aunque el tamaño de la Estatua del Faraón Zoser se corresponde con las dimensiones humanas, lo cierto es que la escultura transmite algo bien diferente, como si el retratado fuera capaz de expresar plenamente su naturaleza divina. Porque hay que tener en cuenta que a los faraones se les consideraba descendientes de los dioses egipcios, y en según qué momentos de la historia eran tenidos como verdaderas divinidades de carne y hueso.
Aquí lo vemos ataviado con toda su indumentaria ritual. Con un manto muy ceñido, el paño real sobre la cabeza y la barba postiza de sus apariciones públicas. La postura es rígida, como es habitual en el arte egipcio. Se sienta con las piernas casi pegadas, con la mano derecha sobre el pecho y la izquierda apoyada en su pierna. Se trata de una postura que transmite responsabilidad.
En cuanto al rostro es imposible afirmar o descartar que fuera un verdadero retrato, lo que si es seguro es que originariamente tenía más expresividad. Para empezar porque los ojos se hacían con piedras preciosas que fueron extraídas en algún momento de su larguísima historia. De hecho, no es el único daño que ha sufrido la figura, ya que se ven otras huellas de daños en su cabeza y en su cara.
Respecto al faraón Zoser, que reinó entre el 2690 y el 2670 a. C. no se sabe excesivamente de su vida y su obra, aunque para los estudiosos de la egiptología es sumamente reconocido por el complejo funerario en su honor que se excavó en Sakkarat, el primer ejemplo de tumba en el que se usó la forma de las mastabas o pirámide escalonada que alcanza los 60 metros de altura.
Esta estatua fue encontrada ahí, en una cámara anexa a esa pirámide escalonada. En el emplazamiento preciso donde fue ubicada originariamente, se hicieron dos agujeros en la pared de la cámara, precisamente a la altura de los ojos de la estatua, para que el faraón pudiera ver las distintas ofrendas que le llevaban a su tumba y quién lo hacía. Y es que se creía que la estatua podía actuar como representante del faraón. Es decir, era parte de los complejos rituales y creencias en torno a la muerte que había en el Antiguo Egipto.