Estatua sedente de Sesostris I
Hay varias obras escultóricas que han llegado hasta nuestros días y que se identifican con el faraón Sesostris I (1971 – 1926 antes de Cristo), un gobernante hijo de Amememhat I y que forma parte de la Dinastia XII.
En concreto esta escultura que mostramos aquí lo presenta en la típica postura sedente. Una obra que se cree que se realizaría aproximadamente en el año 1940 antes de Cristo en piedra caliza blanca para ser colocada en el templo funerario de Licht, si bien la figura se custodia en Museo Egipcio de El Cairo. En realidad, se conserva un amplio conjunto de esculturas sedentes de este faraón.
Además de la estatua propiamente dicha, en el trono del faraón se distinguen varios relieves que cuentan algunos episodios de su vida.
Se trata de una figura esbelta, menos geometrizada que otras obras egipcias más antiguas, como pueden ser las estatuas que representan a faraones como Kefrén, también en una estatua sedente, o Mikerinos, en este caso en un triple retrato. Es fácil comparar las diferencias entre todas estas obras y ver la evolución artística que se desarrolla en el Egipto faraónico, porque todas estas obras se exponen en el mismo museo de la capital del país.
Otra de las diferencias es que a Sesostris I se le ha intentado dar expresividad en el rostro, con la pretensión de que sus facciones y su gesto transmitan amabilidad, pero al mismo tiempo responsabilidad y la energía necesaria para gobernar.
Eso se consigue con un rostro labrado a partir de la generación de planos bastante simplificados y volúmenes muy acentuados. Y como resultado nos da una boca severa, unos pómulos muy salientes, las orejas grandes y los típicos ojos almendrados de la retratística egipcia.
En otras ocasiones se representa a este faraón en una postura de pie. Y en esos casos suele aparecer ataviado con las coronas que le identifican como rey del Bajo y del Alto Egipto. Pero en realidad, se pueden observar entre unas y otras los mismos convencionalismos tanto en la posición como en la vestimenta, que siempre es ritual y cargada de significado.
E incluso, una de las obras que poseemos que representan a este faraón está realizada en madera de cedro, y conserva incluso su coloración. Evidentemente que la madera policromada haya resistido el paso de cuatro milenios es un verdadero milagro, aunque no es el único caso de estatuas egipcias en este material que podemos disfrutar en nuestros días, alguna incluso más antiguas como es el caso de la figura de Cheik El Beled o El alcalde de pueblo.
Y por último también hay que mencionar una obra en la que aparece representado a una escala colosal, y en esta ocasión se nos presenta como un personaje dispuesto a combatir con sus enemigos, en una faceta propia de los faraones que en esos casos se tenían que mostrar como soberanos despiadados.