Estatua Ka del faraón Auibre Hor
Estamos acostumbrados a admirar esculturas del Antiguo Egipto que generalmente están labradas en piedra. Y sin embargo, aquí nos encontramos con una obra hecha en madera. Una obra que representa al faraón Auibre Hor de la Dinastia XIII y que en la actualidad se guarda en el Museo Egipcio de El Cairo.
Uno de los primeros elementos que llaman la atención son los dos brazos en ángulo recto y con las palmas abiertas que lleva sobre la cabeza. Un símbolo de difícil comprensión, aunque la mayoría de estudiosos piensan que sería un atributo para mantener alejado al mal.
La figura originariamente se encontró en la zona de las Pirámides de Dashur donde sería enterrado este faraón. Y parece un milagro que allí se conservara tan extraordinariamente bien, teniendo en cuenta el material en el que está tallada. De hecho está completa, salvo dos elementos externos que se han perdido, como serían el bastón de mando o el cetro que llevaría en sendas manos.
Esos dos elementos son los únicos que faltan de los atributos con los que siempre se representa a los faraones, ya que en este caso no falta ni su peluca ritual ni la larga barba divina de los gobernantes egipcios.
Tanto esa barba, como la peluca e incluso las cejas irían coloreadas con pan de oro, ya que queda algún trazo en ellas. Y lo que sí han llegado son los ojos hechos con una combinación de bronce, cuarzo y cristal de roca para las pupilas.
Los investigadores la califican de una estatua Ka, lo que significa que era una representación del faraón, de su alma, la cual debía permanecer en la propia cámara mortuoria para cuidar del difunto.
Este tipo de estatuas eran muy importantes en la concepción del alma y de la muerte para los egipcios. E incluso pintaban comida en las paredes pensando que sería el alimento de la estatua Ka y a través de ella se podía beneficiar el cuerpo momificado.
Es decir, de alguna forma los escultores, y en general los artistas del Antiguo Egipto hacían creaciones animadas, que debían cobrar vida en un momento dado. Para ello hasta tenían un misteriosos rituales. Rituales que solo debían conocer los artistas. De esta manera las sagas de escultures, no solo se pasaban de padres a hijos el instrumental de trabajo o los trucos de su oficio. También se pasaban entre sí este tipo de rituales, que eran auténticos tesoros para ellos, ya que eso hacía que no les faltaran clientes que les encargaran este tipo de trabajos.