Eros tensando el arco de Lisipo
Esta es otra de las obras que se conocen de Lisipo (c. 370 – 305 a. C.), uno de los grandes artistas de la escultura griega postclásica. Cuya producción en realidad conocemos gracias a las copias romanas que se hicieron en la Edad Antigua.
Lo cierto es que gran parte de la plástica de la Antigua Grecia la conocemos mediante las copias en mármol que se realizaron con posterioridad, en tiempos de Roma. De hecho, el original de esta representación de Eros tensando el arco que hizo Lisipo a lo largo de la segunda mitad del siglo IV antes de Cristo lo modeló en bronce, mientras que la copia es en mármol. Algo que se repite con otras muchas obras, incluidas las dos suyas más famosas y reconocibles, como son el Apoxiomenos y el Hércules Farnesio, las cuales no es casual que se conserven museos de la actual capital italiana y en Nápoles, respectivamente.
Esta obra de un tamaño menor, igualmente plasma bien a las claras muchos de los conceptos básicos de la escultura griega del periodo postclásico. Para empezar la propia representación. Vemos al dios Eros, siendo un niño, y mostrado en el momento en el que está tensando el arco. Es como una instantánea, y esa postura de alguna forma nos lo relaciona con el citado Apoxiomenos.
Pero no es la única relación entre ambas obras. También aquí las dimensiones del muchacho se basan en el canon de Lisipo, pero adaptadas a un niño. Si bien es cierto que el nuevo canon que plantea este escultor no solo afecta a las dimensiones y a las proporciones de las figuras, sino que en realidad se encamina a dirigir la experiencia óptica del espectador. O sea, sus figuras son altas, pero sobre todo lo parecen, gracias a que hace las extremidades muy largas y la cabeza muy pequeña proporcionalmente (una octava parte del cuerpo).
La postura del crío implica que nos presente un cuerpo en tensión y también en torsión, de manera que para apreciar en su conjunto su figura se hace necesario que la observemos desde distintos puntos de vista. Y es de destacar que tanto los brazos como las rodillas del personaje se salen de las fórmulas más tradicionales, y rompen la envoltura espacial más típica y habitual hasta entonces. En realidad, el autor pretende jugar con el espectador, y quiere que vea la cosas como parecen y no como son en la realidad.
Los historiadores del arte piensan que esta figura de Lisipo estaría colocada en la ciudad de Tespias, donde había otra obra que representaba a Eros, pero en este caso de Praxíteles, el otro gran artista del Postclasicismo griego. No obstante, la de Lisipo era un tanto posterior, y sin duda pretendía rivalizar con su precedente, en el que domina una mayor elegancia estática.