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Máscara de Tuthankamón

Publicado por A. Cerra
Máscara de Tutankhamón

Máscara de Tutankhamón

Esta máscara funeraria custodiada en el museo de El Cairo posiblemente sea, junto a las Pirámides de Gizeh, una de las imágenes más reconocibles del arte egipcio.

La imagen representa al faraón Tutankhamón de la XVIII Dinastía y está datada en torno al año 1323 antes de Cristo. Fue un faraón que murió muy joven, con tan solo 18 ó 19 años, y aún así antes había reinado durante 10 años. Lo cierto es que su gobierno no tuvo ningún hecho trascendental para la historia, pero en cambio es uno de los faraones popularmente más conocidos, ya que se halló su tumba en el Valle de los Reyes en las primeras décadas del siglo XX y en ella se encontraron infinidad de tesoros.

Fue un hallazgo muy importante para ver como momificaban a sus faraones los egipcios, y comprobar todo el boato que daban a los importantes ritos funerarios en el Antiguo Egipto. Porque junto a la momia se disponía en diferentes cofres un gran número de objetos valiosos y simbólicos. Entre ellos se cuenta esta máscara que se colocaba sobre la cabeza de la propia momia.

Es una máscara realizada en oro, vidrio y piedras semipreciosas, que alcanza un peso de unos 11 kilos. La máscara retrata idealizado el rostro del faraón, muy bien trabajado como se puede ver en el moldeado de la boca o la nariz. Y además su cara está completamente enmarcada por los atributos reales. El paño doblado cubriéndole la cabeza, la imagen de un buitre y una cobra sobre la frente, aludiendo con ello a que gobernaba tanto en el Alto como en el Bajo Egipto. Tampoco falta la barba ceremonial trenzada. Un símbolo que también usaban en vida durante sus apariciones públicas, y que aquí está hecha de cristal y oro.

Son variados los materiales que emplearon en la confección de esta máscara. Por ejemplo, los párpados y las cejas son de cristal azul. Mientras que los ojos son piedras de obsidiana y cuarzo. Y es que cada color tiene su significado. El azul une al faraón con lo celestial. O el oro que se consideraba la carne de los dioses y que por su resistencia representaba la eternidad.

La belleza de esta obra egipcia que une la escultura, la orfebrería y la pintura es indudable. Y su valor como testimonio histórico único tampoco lo pone nadie en duda. Sin embargo, su carácter de objeto maldito ya es más que cuestionable. Porque en torno a todas los tesoros que se hallaron en la tumba de Tutankhamón se formó la leyenda de que estaban malditos, algo que se apoyó en lo que posiblemente no sea más que un cúmulo de casualidades.

Y es que desde el hallazgo en 1922 por parte de Howard Carter y Lord Carnarvaron empezó a haber una leyenda sobre una especie de maldición que recaía en todas aquellas personas que participaron en el descubrimiento, las cuales fueron muriendo en las fechas siguientes en extrañas circunstancias. Algo que sin duda ha colaborado en la fama de esta pieza y de todo el tesoro de Tutankahamón.