Autorretrato de Pablo Gargallo
Esta obra la realizó en 1927 el artista español Pablo Gargallo, y en la actualidad forma parte de la gran colección de obras que se exponen de él en el museo que lleva su nombre en Zaragoza.
De hecho, el escultor nació en el año 1881 en una población de esta provincia, concretamente en Maella. Sin embargo, su familia se desplazó en 1888 a Barcelona, y evidentemente allí daría sus primeros pasos como artista a una edad bien temprana. Está claro que no podía haber mejor lugar para que este artista desarrollará su talento, porque en la capital catalana coincidió con artistas de la talla de Pablo Picasso, Manolo Hugué o los integrantes del grupo de Els Quatre Gats.
Durante esos primeros años de formación comenzó a dar sus primeros pasos en la escultura como aprendiz de Eusebi Arnau, si bien también viajó a la gran meca del arte del momento, París, ciudad que iba a ser decisiva en su trayectoria desde el primer viaje que hizo en 1903.
El gran logro de Pablo Gargallo es que fue una persona al día de las vanguardias pero con una sólida formación tradicional. De hecho, esa ambivalencia la mantuvo durante todas su vida, compaginando esculturas como el Gran Profeta, con otras de corte totalmente clásico.
En definitiva, tenía un gran conocimiento del arte más tradicional y además era un portento técnico en el arte de la escultura y también del dibujo, como se puede ver en este otro Autorretrato con pipa que se realizó en el año 1907.
Curiosamente ese mismo año se realiza varios autorretratos, siempre en formato de escultura y siempre en un estilo mucho más moderno. Un buen ejemplo son los relieves que realiza para la decoración exterior del Teatro del Bosque de la Fontana, ya que allí se representó a sí mismo en un bajo relieve en compañía de otros artistas amigos suyos como Isidre Nonell, Picasso y Ramon Reventós.
También en ese año 1907 realiza su primera máscara en chapa de hierro: Pequeña máscara con mechón, sobre la que muchos estudiosos piensan que se trata de un autorretrato. En esta obra tiene muchos más parecidos con la obra que aquí vemos que realizó veinte años después. Aunque ya no es una máscara en la que prima la bidimensionalidad. Se trata de una obra de bulto redondo, pero la gran magia es que ese volumen sobre todo está creado con el vacío. Una característica que dominó a la perfección este artista como se puede ver en una de sus retratos más portentosos: Kiki de Montparnasse. Se puede comparar la maestría de ambas obras con los mismos conceptos pero distintos materiales, ya que las dos están en la misma sala del Museo Pablo Gargallo de Zaragoza.