Monumento a Pedro el Grande de Falconet
Esta majestuosa escultura moldeada en bronce se encuentra en la ciudad rusa de San Petersburgo y la realizó el escultor francés Etienne Maurice Falconet a lo largo de varios años, los que fueron entre el 1766 y el 1782.
El encargo lo recibió Falconet directamente de la zarina Catalina II, contando con la intermediación de escritor Denis Diderot. Este integrante del movimiento ilustrado de la Enciclopedia francesa era un buen amigo del escultor, y tan solo esa referencia sirvió para que la zarina le encargara el trabajo, ya que era una ferviente admiradora del filósofo.
Así pues, en el año 1766 le invitó al escultor a viajar desde Francia hasta Rusia y en aquel primer viaje ya hizo un pequeño modelo para el monumento. Sin embargo, ese pequeño modelo poco tenía que ver con el tamaño definitivo de la obra, que alcanza los 7 metros de altura, lo cual también le aleja bastante de las típicas obras en delicada porcelana o en mármol por las que era conocida la trayectoria artística de Falconet (1716 – 1791).
Lo cierto es que además de los propios condicionantes materiales y artísticos de una obra de semejantes dimensiones, Falconet también tuvo que lidiar con otros problemas como los constantes consejos e indicaciones del ministro ruso de Bellas Artes, si bien el artista pedía total libertad para realizar su trabajo.
Uno de los consejos de este ministro era que se basara y tomara como modelo la famosa estatua ecuestre de Marco Aurelio, un bronce de época romana, pero el problema radicaba en que Falconet detestaba esa escultura y consideraba que su fama era inmerecida. Porque este autor era contrario a la devoción excesiva que el arte de su época y los críticos más influyentes sentían hacia la Antigüedad, un arte que critica tras un estudio concienzudo de esas obras.
Así que finalmente hizo la obra que él creía adecuada. Para empezar la situó sobre una enorme roca y como si el zar a caballo ascendiera por ella, lo cual tenía el significado de reflejar las dificultades que había superado Pedro el Grande durante su reinado.
Y al propio protagonista nos lo presenta en una postura y con unos ropajes muy idealizados, pero al mismo tiempo bastante sencillos, sin hacer hincapié en los atributos propios de la marcialidad y majestuosidad propia de su rango. Más bien, crea una imagen de un zar como benefactor, subrayando sus cualidades como pacificador, algo que cuadraba a la perfección con los ideales de la Ilustración de los que era seguidor Falconet.
Y en cuanto al estilo artístico de la obra, si bien Falconet está considerado como un escultor propio del movimiento Rococó vigente en la corte de Francia en la segunda mitad del siglo XVIII, esta obra es un tanto adelantada a su tiempo, y por los propios objetivos con que se concibió el monumento se ha tildado de un avance de la escultura de estilo neoclásico, especialmente por el planteamiento y el proceso tan racional que siguió su autor hasta su ejecución final.