Saludo olímpico de Pablo Gargallo
El escultor español Pablo Gargallo (1881 – 1934) cultivó durante toda su vida diversas vertientes estéticas al mismo tiempo. Fue capaz de jugar con el espíritu más ornamental del Modernismo, pero también con la geometrización propia del Cubismo y de no parar de investigar en cuanto a los materiales y la forma, siendo un verdadero referente para las vanguardias artísticas de las primeras décadas del siglo XX, gracias a creaciones como Kiki de Montparnasse o sus famosas máscaras de espíritu primitivo que tanto cautivaron a su amigo Pablo Picasso.
Y es que su carácter innovador le llevó a grandes avances en la escultura como fue el uso del vacío dentro de la tridimensionalidad de las figuras o el empleo de chapas metálicas bidimensionales a las que les daba forma y unía a otras para crear volumen. Sin duda, su endeble salud nos privó de haber descubierto hasta donde hubiera sido capaz de llegar este artista inquieto y revolucionario en sus creaciones.
Pero paradójicamente, como decíamos al principio siempre combinó varias vías estéticas al mismo tiempo. Y el hecho es que nunca abandonó el trabajo del mármol, la terracota o el bronce de un modo mucho más clásico. Rindiendo tributo a la escultura más tradicional de carácter figurativo. Sus vínculos con el arte clásico siempre están presentes y por eso realizó en numerosas ocasiones figuras de atletas, que inmediatamente nos remiten al arte griego.
Un fabuloso ejemplo de ellos son estas dos figuras ecuestres conocidas como Saludo Olímpico, subtituladas a su vez como El atleta clásico y El atleta moderno. Estas obras son de 1929 y fueron encargadas para ser colocadas en el Estadio Olímpico de Montjuïc con motivo de la celebración de la Exposición Internacional de Barcelona de aquel año. Un encargo que además se complementaba con otras dos Bigas hechas en piedra artificial representando dos carros con sus caballos y sus aurigas a las riendas.
Tanto la temática como la representación emparenta con la más larga historia de la escultura. Pero lo curioso es que al mismo tiempo que estuvo trabajando con pasión en estas obras tan clásicas, estaba haciendo genialidades cargadas de innovación como la citada Kiki de Montaparnasse o estaba iniciando sus mejores obras en chapa y en plancha de hierro, lo que suponía un cambio por completo de técnica, ya que desaparecía tener que modelar, labrar o fundir como se hace con la piedra o el bronce, y pasaba a recortar, virar, retorcer o soldar.