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Shopping Man in Art de David David

Publicado por A. Cerra

Shopping Man in Art de David David

El artista francés David David asegura que se enamoró del arte de la escultura cuando vio la figura marmórea de la Venus de Milo, pero no en el Museo del Louvre de París donde se expone esta obra de la Grecia clásica, sino en la televisión. A partir de entonces, este creador nacido en el año 1981 en la ciudad de Nancy, al norte de Francia, ha realizado un intensa carrera artística en la que comenzó de un modo autodidacta. Eso sí, ya afincado en Cannes, en la costa mediterránea al sur del país, y haciendo desde ahí tanto grandes esculturas monumentales como otras de menores dimensiones, además de exponer en numerosas ocasiones su obra pictórica.

En sus esculturas le gusta usar diversos materiales, tanto resinas como bronce. Aunque también ha trabajo la madera o el aluminio. Y tras dar forma a cualquiera de esos materiales, luego las pinta de vistosos colores acrílicos. Un material que también usa en sus pinturas. Y tanto en un arte como en otro se muestra como un creador figurativo, de formas perfectamente reconocibles. Aunque eso sí de alguna forma son figuras despersonalizadas, ya que se ha inventado una especie de personaje que su alter ego, el cual siempre aparece con la cabeza cubierta por un gran cubo de pintura que empieza a derramar por su cuello.

Eso lo vemos en esta obra de Shopping Man in Art. Una escultura de gran escala que se muestra en la ciudad de Cannes. El hombre completamente vestido de un rojo intenso camina cargado con unas bolsas supuestamente cargadas de ropa y elegante objetos. Compras que seguramente no necesita, pero que se ve abocado a realizar para proseguir con su ritmo de vida y la imagen que quiere proyectar.

Es una buena muestra del arte de David David, el cual es al mismo tiempo elegante y serio, pero también tiene su componente humorístico y de parodia. Con este personaje al que no le vemos la cara juega a ironizar sobre nuestra sociedad y nuestras costumbres actuales. Es como un hombre invisible que a su vez nos muestra nuestros vicios y defectos como comunidad.

Pese a que ni sus estatuas ni tampoco sus personajes tienen los rostros pintados, eso no impide que destilen emoción. De algún modo evidencia el carácter y la opinión de su autor, que aprovecha este personaje para arrojar metáforas y mensajes sobre su visión de nuestro tiempo.

La fórmula la repite una y otra vez, y lo cierto es que gracias a ella ha alcanzado un enorme éxito primero en Francia y luego en otros lugares de Europa, ya que ha expuesto en diversas galerías de Suiza y de Bélgica. Y desde hace un tiempo, su arte comienza a demandarse por parte de la acaudalada clientela asiática.