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Hurra, se acabó la mantequilla de John Heartfield

Publicado por A. Cerra

Hurra, se acabó la mantequilla de John Heartfield

El dadaísmo se expandió en los años 20 y 30 por gran parte de los países europeos, y en el caso de Alemania, uno de su grandes representantes fue Helmut Hertzfeld, quien acabó cambiando su nombre germánico por otro mucho más anglófono: John Heartfield (1891 – 1968). Una actitud que ya fue un gesto de protesta contra el creciente sentimiento nacionalista que alimentaba el partido de Adolf Hitler.

Y también es una crítica de lo más mordaz la imagen que aquí vemos, realizada en 1935. En ella se ve a una familia alimentándose de diversos objetos metálicos, entre ellos una bicicleta. Y es que la imagen es una parodia que inventó tras un discurso pronunciado por el mariscal nazi Hermann Göering quien afirmó: “El acero es lo que hace fuerte a un país. Mientras que la mantequilla y el tocino solo hacen engordar a la gente”.

De manera que creó esta sátira literal, lo cual obviamente no le granjeó ninguna amistad entre los nazis. Todo lo contrario, el artista se sintió cada vez más amenazado y acosado, hasta que finalmente abandonó Alemania. Primero se exilio en Chequia, pero más tarde, en el año 1938 se instaló en Londres. Y de hecho no regresó a su país hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

La técnica predilecta de Heartfield para concebir estas parodias en imagen eran los fotomontajes, un tipo de trabajos en los que se convirtió en un auténtico experto y verdadero referente en su tiempo e incluso posteriormente.

Aquí vemos un hogar alemán, una habitación donde toda la pared está con papel pintado en el que se reitera hasta el agotamiento la esvástica del partido nacionalsocialista. Al igual que se distingue un retrato de Hitler. Es decir, es la casa de una familia burguesa seguidora de la ideología nazi.

Una familia que se está comiendo una bici, una pala, tornillos, un hacha o pesas de distintos tamaños. Todo de hierro y acero, llevando a la literalidad y al absurdo la frase de Göering. Todos están comiendo eso, hasta el niño que hay en la cuna o el perro que está tumbado bajo la mesa. Se trata de un juego visual y crítico. La abuela se come una pala que recuerda una cuchara de las típicas sopas para las personas mayores. El perro muerde el tornillo, enormemente grande, que recuerda a los huesos de roer. El bebe se afila la dentadura con un hacha. O el patriarca come una pesa que simula ser el bocado más contundente. El hijo mayor aparece engullendo la cadena de la bici que recuerda una salchicha. Y la madre se alimenta de un insulso manillar, dejando los mejores bocados a su esposo y sus hijos, tal y como se hacía en la cotidianeidad. Es decir, representa una especie de escena costumbrista pero con el genial toque dadaísta y satírico del comer hierro.