La Crónica de Nuremberg
Hay libros antiguos, tanto sean manuscritos como viejos incunables, que son verdaderas obras de arte. Hoy os queremos hablar de uno de estos libros incunables, o sea inmediatamente posteriores a la invención de la imprenta en 1453. Es la conocida como Crónica de Nuremberg, que lleva el nombre precisamente de la misma ciudad alemana del inventor de la imprenta, Johannes Guttemberg, ya que apareció allí en el año 1493.
En esa ciudad para entonces ya había varios editores de renombre como Anton Koberger, a quien le encargó el proyecto el comerciante Sebald Schereyer. A esos nombres hay que sumar el del humanista Harmant Schedel creador de los textos en latín, luego traducidos al alemán. Y además hay que citar a Wilhelm Pleydenwurff y Michael Wolgemut, los autores de más de 1800 ilustraciones repartidas a lo largo de las 600 páginas de la obra. Este último artista, Wolgemut, merece la pena conocerlo, ya que fue en su taller de Nuremberg donde pintó su primeras obras el gran Albert Durero, e incluso no se descarta que también participara en alguna de las ilustraciones del libro.
Como ya hemos dicho, el relato nos cuenta la historia del mundo. Eso sí, todo ello con los criterios religiosos de la época. Algo que se comprueba fácilmente en la ilustración que aquí incluimos del Séptimo Día de la Creación, donde se ve la concepción religiosa y geocéntrica que por entonces se tenía del mundo.
Para comprobar la concepción religiosa del libro basta con ver que toda la historia se divide en siete capítulos que son:
– Desde la Creación hasta el Diluvio universal
– De Noé hasta el nacimiento de Abraham
– De Abraham al reinado del Rey David
– De David hasta el destierro a Babilonia
– De Babilonia al nacimiento de Cristo
– Del nacimiento de Cristo hasta 1490
– Vista del fin del mundo y del Juicio Final
En definitiva, son muchas las imágenes religiosas que se ven en el libro, pero también hay varias vistas de ciudades, las cuales se representan tal y como eran a finales del siglo XV. Hay varias ciudades alemanas, incluida la propia Nuremberg, pero también vemos otras polacas, o está Praga, Jerusalén y varias de Italia.
Entre ellas la propia ciudad de Florencia, la gran meca del Renacimiento por esos mismos años. Y lo cierto es que se pinta con una aspecto muy similar al que tendría y fácilmente se identifican sus monumentos más emblemáticos como el Duomo de Santa María de las Flores con su gran cúpula y el Campanile de Giotto, por lo que está claro que quien pintara la imagen, posiblemente había viajado hasta el país transalpino.