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Museo Universitario de Alicante (MUA)

Publicado por Virginia

MUA Alicante Cinco son los materiales que conforman el espacio que comprende el Museo Universitario de Alicante: agua, madera, vegetación, piedra y aire, dando lugar su conjunción a un gran poema visual en el que la reflexión, el juego y la educación hallan cabida.

La creación del museo supuso una pequeña odisea en sus comienzos, si se tiene en cuenta que el terreno que hoy ocupa fue adjudicado inicialmente por la Diputación Provincial de Alicante para la creación del Parque Comarcal de Bomberos, y en 1997 una inundación retrasó las obras de la construcción, originando problemas con el seguro y causando daños en las estructuras de madera, la pintura y los techos. Sin embargo, finalmente el museo abrió sus puertas en diciembre de 1999.

Obra del arquitecto alicantino Alfredo Payá, recoge en su composición referencias notablemente claras a estilos arquitectónicos anteriores, como las estaciones de tren del s.XIX, las casas tradicionales japonesas o los primeros espacios considerados arquitectónicos del Oriente Próximo.

Se podría decir que, metafórica y literalmente hablando, es un edificio construido siguiendo el esquema de las «cajas chinas», donde una sorpresa contiene otra en su interior.

En un principio el museo parece, en la lejanía, inaccesible al visitante, descubriendo éste prontamente el juego visual que compone este conjunto (la «gran caja» del museo y el lago artificial) proyectado contra el cielo y la vegetación que lo rodean. Una vez encontrado el acceso, la sorpresa que aguarda es que, desde la entrada y mediante una rampa, el museo «engulle» al visitante, simbolizando de algún modo la necesidad que tiene de él y su deseo por acogerlo.

Finalmente, en el interior, se van sucediendo los espacios en un juego dual de contrarios: cubierto-abierto, grande-pequeño, vertical-horizontal, etc. Este mismo esquema se verá repetido en el interior de la «gran caja» situada en el patio abierto del museo, en cuyo inmenso interior encontramos una sucesión de plantas que albergan salas casi diminutas.

En definitiva, es éste un edificio que no sólo está en la línea de la arquitectura funcionalista y racional que se ha seguido aplicando en los edificios de museos desde el s.XX hasta nuestros días, sino que es una maravillosa creación resuelta de una manera elegante, creativa, virtuosa y serena. Y muestra de ello es su categoría de obra finalista en la entrega de los Premios de Arquitectura «Pabellón Mies van der Rohe» 1998.