Un caso difícil: el Museo de la Paz de Gernika
Diseñar un proyecto destinado a explicar un periodo de la historia donde se ha ejercido violencia sobre un pueblo siempre es un asunto delicado, pero si además el pueblo en cuestión pertenece a una zona con una historia de violencia independentista el problema se agrava.
En un principio, y antes de su replanteamiento (conceptual y museográfico), este museo surgió con la intención de ser un museo del pasado y presente de Gernika; abierto en 1998, planteaba una serie de problemas en relación a su planteamiento expositivo, que con lo años fue perdiendo vigencia rápidamente, y de circulación. De esta manera, se tomó la decisión poco después de su inauguración de convertirlo en algo distinto: un símbolo de la paz, surgido de una experiencia concreta. Un magnífico proyecto museográfico y un cambio de nombre después nace el Museo de la Paz de Gernika en 2003, habiendo pasado a ser gestionado en 2002 por una fundación integrada por algunas de las principales instituciones del País Vasco, además del Ayuntamiento de la localidad, y siendo miembro desde 1999 de la Red Internacional de Museos por la Paz, entre otras organizaciones.
Y es que, tal y como rezan los objetivos de la propia fundación, ésta tiene la misión de «conservar, exponer, difundir, investigar y educar al visitante en las ideas básicas de la cultura de la paz […]».
El museo está francamente bien resuelto, incluso en aquellas zonas donde la temática a tratar era más susceptible de herir sensibilidades (como en la dedicada al conficto vasco), además de que solventa muy bien otro tipo de problemas, como el hecho de carecer de una pieza clave del calibre de «El Gernika» de Picasso (solucionado mediante su reproducción por medio de una serie de láminas, cada una con un fragmento de la obra y distribuidas a lo largo del eje longitudinal de la sala de modo que, una vez situado el visitante en un punto dado, éstas conforman el cuadro completo).
La división de las salas se realiza en base a las diversas temáticas a tratar, presentando cada una de ellas recursos y una imagen muy distinta, pero siempre contando con una museografía impactante; uno de los puntos en el recorrido que más sorpresa causa y que más efecto provoca, al tratarse de un verdadero ejercicio de empatía, es el que presenta la reconstrucción de una casa cualquiera de Gernika, tranquila primero, bombardeada después. Es un visionado duro, principalmente porque se obliga al visitante a establecer una identificación del personaje sito en la casa con la propia madre.
El museo completa su labor con toda una serie de actividades a añadir a las visitas: talleres, exposiciones temporales e itinerantes, jornadas, congresos, simposios, celebraciones, campañas, etc., siempre manteniéndose fiel a su intención primera como adalid de la paz.