A dash for the Timber de Frederic Remington
Todos tenemos una imagen muy similar de cómo era la vida en el Salvaje Oeste de los Estados Unidos. Una vida de cowboys e indios, de revólveres y caravanas, de saloons y jinetes a caballo. Una visión que podemos pensar que se debe a las innumerables películas western que ha producido Hollywood. Pero en realidad no es así. Todo ese cine se basó en las ilustraciones de una época anterior, y muchos de esos cuadros y dibujos son obra del pintor Frederic Remington (1861 – 1909).
Este infatigable creador había nacido en la costa este, pero desde niño mostró pasión por el cabalgar y el ejército norteamericano. Y aunque su padre trató de que ingresara en una academia militar, su carácter no estaba hecho para ello. En cambio su vocación para dibujar, hizo que no tardara en trabajar para la revista Harper’s Weekly, la cual le comenzó a encargar reportajes, y alguno de ellos le llevó hasta los estados del oeste como Montana o Arizona.
Allí se empapó de los paisajes y de lo que quedaba de ese modo de vida, que poco a poco iba desapareciendo. Pero hizo infinidad de dibujos y bocetos, y también grandes cuadros como este emblemático de A dash for the Timber, de 1889, y que hoy se expone en el Museo Amon Carter de Texas.
Remington no solo se limitó a capturar la vida cotidiana del Oeste, sino que también se sumergió en la cultura y la historia de los nativos americanos. Su interés por los indios no era meramente estético, sino que también tenía un profundo respeto por su cultura y su lucha. Sus ilustraciones de los indios no solo son precisas en términos de vestimenta y costumbres, sino que también capturan la dignidad y el espíritu de estas personas.
Recibía encargos como intentar retratar al mítico jefe indio Gerónimo, algo que no consiguió, o ilustrar la vida de Roosvelt en su rancho. Y mientras tanto Remington aprovechaba para tomar infinidad de apuntes y fotografías sobre los paisajes, las vestimentas y los objetos. Algo que luego trasladaba casi con criterio arqueológico a sus obras.
Su trabajo como ilustrador se amplió al de reportero, y también le fueron encargando textos que acompañaran esas imágenes. Por ejemplo, en 1898 el magnate de la prensa William Randolf Hearst lo envío a Cuba a cubrir una posible guerra entre España y Estados Unidos. Algo que finalmente sucedió y provocó la independencia cubana.
A pesar de su aparente robustez y su amor por la vida al aire libre, Remington llevaba un estilo de vida sedentario. Pasaba largas horas en su estudio, dibujando y pintando, y su salud comenzó a deteriorarse. Sin embargo, pese a esos viajes y el tipo de ilustraciones que hizo, hay que decir que la vida de Remington pasó en su gran mayoría de tiempo en Nueva York y otros lugares del este del país. De hecho, llegó a sufrir obesidad mórbida, y su muerte a una edad temprana debido a una apendicitis se complicó con ese exceso desmesurado de peso.
A pesar de su temprana muerte, el legado de Remington perdura hasta el día de hoy. Sus ilustraciones y pinturas del Oeste americano han influido en la forma en que vemos y entendemos esa época y lugar. Algo realmente paradójico para alguien que fue capaz de crear la imagen más universal del Far West. Y lo hizo a través de unos cuadros de enorme contenido y basados en lo observado, pero también con un dominio portentoso de la luz, ya que tanto en sus escenas diurnas como nocturnas, Frederic Remington se manifiesta como un gran pintor de la luz.