Autorretrato de Oskar Kokoschka
Toda la producción pictórica del artista austriaco Oskar Kokoschka la podemos calificar como una continua búsqueda, y siempre en absoluta soledad, una soledad trágica se podría decir. Y lo cierto es que ese espíritu solitario y sus sentimientos los intentó expresar no solo a las imágenes sino incluso la propia técnica.
Y con esos principios es lógico pensar que los autorretratos se convirtieran en una forma de trabajo ideal para él, tratándose a sí mismo como el gran símbolo de la soledad de la humanidad y también de la autodestrucción. Así que son varios los autorretratos que se pintó, y en todos ellos está escudriñando en su figura y rostro los misterios de la vida y de la muerte. Tal y como se puede ver en este óleo pintado sobre tela en el año 1917 y que se conserva dentro de la colección del Von der Heydt Museum, en Wuppertal (Alemania).
Un retrato para el que opta por una técnica basada en pinceladas muy flojas, túrgidas, con las que no solo da vida a la propia figura y sus rasgos, sino que también crea la ambientación y muestra sus propios sentimientos.
Todo en general está bañado por un tono turbio, los colores se puede apreciar cómo se van superponiendo tal y como si hubiera una vibración chispeante, lo cual le sirve para que tenga mayor protagonismo una impresión de inquietud del retratado, o quizás de insatisfacción, que es más bien lo que leemos en su gesto.
Kokoschka nos mira a los espectadores, o tal vez a sí mismo, con un gesto en el que inclina la cabeza levemente, para preguntarnos o preguntarnos “¿quién soy?, ¿qué hago?”. Y lo hace como persona, no como un pintor, ya que se retrata sin pinceles en las manos o ningún elemento que represente su oficio. Es el retrato de un hombre, solitario, lleno de dudas e insatisfecho con su vida.
No es la única vez que sus autorretratos transmiten esas sensaciones, porque ocurre en otros casos, pero quizás este sea uno de los más paradigmáticos. No obstante, no solo se dibujaba y pintaba buscando un sentido a su existencia, también lo hacía con un criterio de dejar constancia de ese momento concreto de su vida. O sea con cierto interés documental e incluso con la idea de plantear unos puntos y aparte en su vida y su carrera. En definitiva, que todo el peculiar arte de Kokoschka, sea en sus autorretratos o en otras obras suyas como La esposa del viento o Niños jugando, se nos muestra como una personalidad muy compleja, atormentada por momentos y que traslada a la pintura todas sus inquietudes. Por ello no es extraño que sus cuadros se convirtieran en verdaderos referentes para los artistas del Expresionismo.