Adoración de los Magos, Mabuse
El tránsito entre la estética gótica y renacentistas no fue fácil de asumir en los primeros años, sin embargo, los pintores flamencos consiguieron aunar la tradición goticista con las nuevas formas que promulgaban los humanistas para dar lugar a una pintura minuciosa y detallada, con una calidad casi fotográfica pero que, en cierta medida aún mantenía esa rigidez propia de las composiciones más medievales.
No debemos olvidar que, uno de los puntos fuertes de los pintores conocidos como primitivos flamencos, fue el minucioso detallismo con el que elaboraban sus composiciones; los cuadros presentan hasta los más ínfimos detalles y allá donde mires hay un sinfín de elementos iconográficos que esconden tras de sí un significado oculto.
La obra que hoy analizamos en esta entrada es la Adoración de los Magos de Mabuse, un tema bíblico más que recurrente realizado por uno de los pintores que mejor supo plasmar el encuadre de sus composiciones. Mabuse, cuyo verdadero nombre era Jan Gossaert, formó parte del gremio de pintores de Amberes desde 1503. El artista supo encontrar inspiración tanto en los pintores del Norte de Europa con en italianos y franceses, escogiendo de cada uno los mejores elementos. Mabuse logró un gran éxito en vida trabajando para algunos de los comitentes más importantes de su época y sin embargo, en lo que se refiere a su paso a la historia su figura se ha visto eclipsada por otros grandes artistas como Van der Weyden o Van Eyck.
La obra que aquí analizamos es un óleo sobre tabla, se trataba de un retablo para la localidad de Grammont, concretamente para la iglesia de Nuestra Señora de San Adrián. El artista ha recurrido a la tradicional forma de la epifanía que se desarrolla dentro de un conjunto arquitectónico en ruinas; se trata así de representar la caída del Viejo Orden, para dar paso a una nueva etapa que se inauguró con el nacimiento de Jesucristo. Los Reyes no van ataviados según las normas de su época sino que lo hacen con los vestidos típicos de la burguesía flamenca y en el centro de la composición se encuentra María vestida con túnica azulada y que sujeta al niño mientras reciben la ofrenda de Melchor.