Amanecer de Simon Vlieger
En los Países Bajos siempre han abundado los pintores de gran calidad, y más aún quizás durante los tiempos del Barroco en pleno siglo XVII. De todos esos pintores, los mejor considerados y los que podían acumular más riqueza eran los mejores dotados para el retrato con casos tan extraordinarios como Franz Hals o Rembrandt.
Sin embargo, aquellos artistas que no deslumbraban con sus retratos tenían que dedicarse a otros géneros para sobrevivir. Y no trabajando por encargo, sino que primero debían pintar sus obras y luego realizar una labor comercial para intentar venderlos, tanto por cuenta propia, como asistiendo a mercados o incluso recurriendo a intermediarios, a los que obviamente habían de pagar.
Este funcionamiento de pintar lo que uno quisiera tenía una clara ventaja: la autonomía y la libertad. Si bien, para ello había de tener éxito. Y lo cierto es que una vez alcanzada esa fama y cotización, de alguna forma se tenía que adaptar a lo que sus posibles compradores esperaban de él.
De este modo, los artistas llegaron a una especialización considerable que se centraba tan solo en un género como podían ser los bodegones o los paisajes. E incluso algunos se especializaban tanto que trabajaban únicamente un subgénero, cuyas características repetían una y otra vez para seguir vendiendo y mantenerse en el candelero, al menos hasta que cambiasen las modas. Ese es el caso de Simon Vlieger (1601 – 1653) quién pintó sobre todo vistas marinas, como la que vemos aquí.
Y no solo eso, sino que el grado de especialización en algunos artistas de la Holanda del Barroco llegó a extremos increíbles, ya que no solo se dedicaban a un subgénero de pintura, sino que dentro de ella era reconocibles por ciertos detalles, que incluían en todas sus obras para que fueran compradas.
Por ejemplo, el rasgo más identificativo de Vlieger fueron sus cielos. De hecho, él y otros pintores coetáneos fueron los primeros en apreciar y plasmar la belleza de los cielos, para lo cual recurrían a horizontes muy bajos.
Solo con eso, era capaz de dotar de notas de interés a sus cuadros. No le era necesario recurrir a elementos cargados de dramatismo ni imágenes impresionantes. La maravilla del arte de Simon Vlieger es que pintó en cuantiosas ocasiones paisajes marinos, siempre con medios realmente sencillos, modestos y sin grandilocuencias. Y con esas simples herramientas alcanzó un nombre en el panorama artístico holandés del siglo XVII, una época con grandísimas figuras de la pintura.