Barcos en Flushing de Jan van de Cappelle
El título completo de este cuadro del pintor holandés Jan van de Cappelle (1624 – 1679) es Barcos en Flushing con un yate de los Estados Generales disparando una salva. Es decir, no puede ser más descriptivo. Es una escena que desarrolla en Flushing, uno de los puertos más importantes de la Compañía de las Indias Orientales en Holanda donde se ven un buen número de embarcaciones, grandes y pequeñas, y hasta un buque de guerra del que han desembarcado a un bote un grupo de dignatarios para llegar a tierra.
En la pintura barroca holandesa fueron muy habituales los cuadros de paisajes, tanto terrestres como del mar. Y en el caso de Cappelle se trata de un pintor que se especializó en este tipo de obras marinas con cierto carácter oficialista y de desfile. Sin embargo, esta de aquí los historiadores la fechan en 1645, lo cual la convierte en la primera de todas de este subgénero denominado de “parada”, o lo que es lo mismo un grupo de barcos de gran porte y elegancia ubicados en un mar tranquilo y generalmente bajo un brillante sol que lo envuelve todo de cierta aura dorada.
Con este tipo de obras se ganó cierto prestigio, y eso que hay que decir que la relación de Jan va de Cappelle con el arte fue más bien la de un aficionado que la de un profesional. Por su gran riqueza y por su matrimonio no necesitaba pintar para ganarse la vida, pero aún así alcanzó cierta fama. Llegó a ser retratado por Franz Hals y también por Rembrandt, además de que coleccionó una gran parte de los dibujos de su maestro Simon Vlieger, del que sin duda aprendió todas sus lecciones para pintar marinas, aunque fue más novedoso que su maestro en las escenas de “parada”.
Por ejemplo, él fue quien comenzó a pintar los barcos tan cercanos al primer plano y con un horizonte tan bajo, lo cual les concede a los buques un porte monumental.
No obstante, el sello distintivo y de calidad de la obra es su repertorio lumínico. Es capaz de recrear una atmósfera a partir de una amplia gama de colores que van desde el gris estaño hasta el amarillo ámbar.
Lo cierto es que Van de Cappelle debía conocer a la perfección este puerto, donde pasaría horas observando los efectos de luz y la mar, además de que navegaría en su propio yate que tenía amarrado en este punto de la costa holandesa. Por ello conocería maravillosamente el lugar que luego tantas veces pintó, si bien quizás la vez que mejor y más majestuoso lo captó fue en este primer cuadro que realizaría siendo un jovencísimo veinteañero.