Un molino de viento junto a un río de Van Goyen
La nómina de pintores barrocos durante el siglo XVII en los Países Bajos es impresionante. Por esas fechas, estaban trabajando al mismo tiempo artistas de la talla de Rembrandt, Frans Hals o Johannes Vermeer. Y también Jan van Goyen (1596 – 1655), quizás no tan conocido para el gran público, pero de una valía incuestionable para el desarrollo de la Historia del Arte.
Por ejemplo, uno de los elementos característicos de la pintura de Van Goyen, la podemos observar en esta tela titulada Un molino de viento junto a un río, que realizó en el año 1642. Si observamos, la obra, ya a primera vista nos llama la atención que unas tres cuartas partes de su superficie están ocupadas únicamente por la representación del cielo. Algo impensable en siglos precedentes. Van Goyen y otros artistas contemporáneos como la saga de los Ruysdael, tanto el tío Jacob como el sobrino, Salomon, representan uno de los puntos álgidos del paisajismo holandés. Y para ello no encontraron reparo alguno en eliminar por completo el tema narrativo de su arte, y sencillamente representar la naturaleza, lo cual era lo suficientemente atractivo a la vista como para captar su atención, aunque solo fuera el cielo, sus nubes y la luz.
El arte de Van Goyen es de una calidad indudable, y de una sencillez total. Basta comparar esta obra con la de artistas barrocos contemporáneos que también trabajaron mucho el paisaje, como por ejemplo el francés Claude Lorrain, mucho más ampuloso y recargado que el flamenco.
En cambio, la obra de Van Goyen es una simplicidad absoluta, y en resumen nos pinta un paisaje con el típico molino holandés, que tanto ha inspirado a otros artistas de todas las épocas. Sin embargo, en esta obra no podemos considerar a ese molino como el protagonista de la imagen. La vista se nos va hacia el fondo, hacia las brumas y podemos pensar que estamos contemplando plácidamente un atardecer nuboso, tan típico de esas tierras del norte de Europa.
Lo más importante del paisajismo holandés del siglo XVII con autores como Van Goyen, los Ruysdael o Simon Vlieger, es que fueron los primeros que dedicaron su arte a pintar cosas de los más común, buscando la belleza en sencillos paisajes o lugares tan cotidianos como un molino o un velero. De alguna forma, ellos se están inventando el concepto de pintoresco. Es decir, aquello de la realidad que se parece a un cuadro, que se podría pintar. Un concepto que perdura en la actualidad, y no solo en el campo del arte. Si no en nuestra vida cotidiana, como por ejemplo cuando hacemos turismo y visitamos un lugar que nos sorprende por su encanto, su sencilla belleza y las tradiciones que lo rodean. A eso lo llamamos pintoresco.