Autorretrato con Cristo Amarillo de Gauguin
Paul Gauguin se autorretrató en diversas ocasiones a lo largo de su trayectoria artística, y una de sus efigies más famosas es esta que pintó aproximadamente en el año 1889 y en la que aparece con la imagen de su propio cuadro Cristo Amarillo al fondo.
Este recurso de autorretratarse con un cuadro, o combinar varias obras en un mismo lienzo lo hizo en varias ocasiones, lo empleó en múltiples ocasiones, ya que también aparece por ejemplo un cerámica primitiva en su obra La bella Angela o el retrato que le hizo a Vicent Van Gogh, nos presenta al pintor holandés pintando sus famosos Girasoles. E incluso, en un autorretrato posterior que hizo hacia 1892 ó 1893, o sea, ya durante su estancia en Tahití se vuelve a representar con una obra suya al fondo, en este caso con la imagen de una hechicera.
No obstante, hay que decir que este recurso del cuadro dentro del cuadro, no es algo que inventara él. Ya desde hacía siglos se representaban gabinetes plagados de cuadros, sin embargo con pintores impresionistas como Monet o Manet, se empezaron a hacer este tipo de composiciones en las que se planteaban referencias, influencias u homenajes, tanto a autores antiguos como contemporáneos.
Sin embargo, aquí Gauguin opta por usar una de sus obras, El Cristo Amarillo, con el cual se sentía especialmente identificado. De hecho, él siempre en sus autorretratos fuerza sus rasgos, haciéndolos incluso más indios de lo que eran. De hecho, él llegó a decir, pese a su origen en la Bretaña francesa que no era de raza blanca. Pero además en este caso se quiere también emparentar con la figura de ese Cristo, planteando cierto parecido físico, y tomando algo de esa palidez en el color de su piel.
La verdad es que en todos sus autorretratos, como no podía ser de otro modo, toma su rostro como un mero objeto artístico. Aquí podría llegar a parecer que se trate de un rostro tallado, ya que lo modela por completo a partir de planos muy remarcados, tanto por las líneas del dibujo como por las masas de color.
Pero aunque parece que se identifique más con esa figura de Cristo, que incluso forma parte del título, lo cierto es que la otra mitad del fondo (el lado derecho), lo ocupa otra obra suya. Una obra muy querida por él Jarrón en forma de cabeza grotesca, la cual estaría situada en una estantería de su taller, y que él mismo decía que era como una “cabeza de Gauguin salvaje”. Es como si quisiera desnudar su doble naturaleza, por un lado muy espiritual y por otro de tendencia a lo salvaje.