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La bella Ángela de Gauguin

Publicado por A. Cerra
La bella Ángela de Gauguin

La bella Ángela de Gauguin

Esta es una tela al óleo que realizó Paul Gauguin en 1889, antes de sus viajes a la Polinesia que tanto cambiaron la temática de sus pinturas. En la actualidad el cuadro se expone en las salas del Museo de Orsay de París.

Curiosamente vemos que inserta una forma circular en el cuadro, al igual que ocurre en las influyentes estampas japonesas del arte del Ukiyo-e, lo que produce una cierta rivalidad de un cuadro dentro del cuadro.

Como todo en la pintura de Gauguin, las imágenes que pinta suelen tener mucho que ver con sus propios avatares personales. Por ejemplo, esta tela la pintó en un momento en el que había regresado a Bretaña para de alguna forma purificarse, tras una etapa bastante convulsa, sobre todo durante su convivencia con Van Gogh en La Casa Amarilla de ciudad de Arlés, en la Provenza francesa. A ese espíritu de vuelta a los orígenes, y a lo más primitivo se debe la presencia en el cuadro de cerámica antigua. Algo que más tarde reforzará en sus obras tahitianas, y es que llegó a decir que para reconstruir el arte había que huir del Renacimiento y lo clásico. Fue uno de los caminos artísticos que abrió Gauguin, y que unas décadas más tarde, ya en el siglo XX, retomaría Jean Dubuffet y el Art Brut, aunque de forma mucho más abstracta.

Gauguin con esta obra no buscaba una representación naturalista, en realidad estaba mucho más preocupado por coordinar y concordar los colores, y plantearlo todo a partir de una simplicidad esencial donde predominara la conjunción armónica de las distintas zonas de color. Tiene un deseo de ir más allá del mundo de las apariencias para entrar con una mayor profundidad en el campo espiritual y del alma. En realidad, lo que ansiaba era conseguir plasmar el mundo interior y los diferentes estados de ánimo con unos equivalentes de color y de plástica. Por ello, la disposición de los distintos elementos e imágenes que configuran este cuadro obedecen a criterios sobre todo simbólicos y decorativos, desechando por completo el naturalismo. Esos planteamientos le llevaron a un uso completamente arbitrario del color y totalmente imprevisto, y esta fue otra de las herencias que legó la producción pictórica de Gauguin, ya que esta tendencia la admirarían mucho los posteriores pintores fauvistas.

Esta evolución de su paleta de colores cada fue más arbitraria desde 1888. Con colores llenos de significado, que iba extendiendo de forma lisa. Pero antes aplicar esas masas de color, solía trazar los contornos de las figuras directamente sobre la tela con tonos bermellón o azul ultramar. Para después construir todo el decorado y finalmente recubrir de color el interior de esas figuras.