Campesinos bajos los árboles al alba de Corot
Este óleo sobre lienzo lo realizó Jean Baptiste Camille Corot entre los años 1840 y 1845, y hoy en día se encuentra en la National Gallery de Londres.
Corot (1796 – 1875) es famoso por sus vistas de atmósferas melancólicas de los paisajes del sur de Francia, así como también son muy valoradas son obras ambientadas en las ciudades y paisajes de Italia, especialmente en Roma donde realizó numerosos trabajos a lo largo de su estancia en la capital trasalpina.
Lo cierto es que Corot pintaba allá donde iba. Y eso que fue un artista de vocación tardía, además de que sus inicios fueron muy poco exitosos. De hecho sobrevivía gracias al sostén económico de sus padres. El caso es que aquí os mostramos una vista que pintó en Morvan, en la región de Borgoña, una zona francesa que durante la década de 1840 frecuentó con cierta frecuencia el pintor, ya que su familia paterna era oriunda de allí. Así que había unos vínculos emotivos con esas tierras, algo que desde luego él vuelca en sus vistas, como es habitual dentro de la pintura romántica de la época, que siempre traduce las emociones del pintor.
La escena que nos presenta es de lo más cotidiana y también bucólica. Se distingue a un campesino que corta madera y está en compañía de su mujer. Más allá del bosque donde se ambienta la escena se distinguen silueteadas las casas de un pueblo en la lejanía. Y la luz y las sombras que se ven en el interior del bosque son las propias de las primeras horas de la mañana, casi se puede sentir el frescor del amanecer.
Hay muchos detalles en los que recrearse. Desde las sombras alargadas hasta la presencia de un plumaje blanco sobre la hierba que luego nos muestra las alas pardas de una oca que se contonea.
Corot no fue el primer paisajista en la historia de la pintura. Sabemos que hay muchos otros que hicieron paisajes antes que él. Pero es innegable que este pintor francés fue un verdadero innovador en el género. No se recreaba con paisajes grandiosos ni heroicos, ni tampoco caprichosos. Tenía la capacidad de fijarse en lugares mucho más modestos y saberlos mostrar con todo su encanto natural para envolverlos de su particular sentido de la lírica. Algo que por cierto hacía una paleta de colores no excesivamente amplia. Por ejemplo en esta pequeña tela (28 x 40 cm.) no hay muchos colores. Pero sí están sabiamente medidas las dosis de blanco, gris, castaño, verde y algo de azul. Y una única, y por lo tanto muy llamativa nota de rojo para el gorro de la mujer que hay casi en el centro del lienzo.