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Courbet (IV)

Publicado por Chus

senoritas-al-borde-del-sena.jpgPero la Exposición Universal de 1855, a través del conde de Nieuwekerke, no está dispuesta a aceptar sin más “esa pintura de demócratas, de personas que no se cambian de ropa y pretenden imponerse a la buena sociedad”, por lo que pide al pintor que envíe obras que un jurado deberá evaluar si son aptas para exponer. Courbet mandó trece lienzos, de los que aceptaron once, pero no “El entierro en Ornans” y “El taller del artista” , motivo por el que le pintor, con la ayuda financiera de su amigo Bruyas organizó al lado de la Exposición Universal, un pabellón del Realismo, que en realidad se trataba de una exposición personal con más de cuarenta obras, mostrando al público la “historia moral y física de su taller” y mostrando el Manifiesto del Realismo, lo que constituyó una victoria a largo plazo, siendo admirado por los jóvenes artistas como Degas o Pisarro, que sobre todas las cosas admiraron su declaración de intenciones expuesta en el catálogo: “…No he querido imitar a los antiguos ni a los modernos maestros, ni he tenido la intención de hacer un arte por el arte. No, he querido simplemente expresar, gracias al perfecto conocimiento de la tradición, el sentimiento razonado y consciente de mi individualidad, siendo capaz de presentar las costumbres, las ideas y el aspecto de mi época según mi punto de vista…”. Esta afirmación será más admirada por los impresionistas y los pintores del tránsito del siglo XIX al XX, que su propia pintura.

A partir de 1856/57 comienza un nuevo período en el que los retratos se hacen más raros, y el artista parece decantarse por cuadros de historia, de paisajes o de caza. “La curée” es el primer cuadro de esta nueva temática que será tan importante para el pintor en su madurez, la caza del ciervo. El cuadro, que tiene un esplendor cromático sorprendente, representa una alegoría, con el acento puesto en el ciervo muerto a la izquierda y en el charco de sangre del primer plano. Se señala también la vivacidad del abrigo, de los perros, lo mismo que del rayo de luz que se cuela por el fondo, destacando la solemne y pensativa figura del cazador. Algunos críticos creen que se produce una identificación entre la víctima y el propio pintor. En el Salón de 1857 expone “Señoritas al borde del Sena”, que supuso un nuevo escándalo. Proudhon, uno de los pocos en apreciarlo, escribió al respecto que se trataba del contrapunto de “Los picapedreros”, en la medida que se trata de una imagen de los “frutos corrompidos” de la civilización urbana, ya que el autor ha querido decir que son dos muchachas cualesquiera vestidas a la moda del Segundo Imperio.

Entre 1859-61 organiza una serie de exposiciones en diferentes lugares de Francia, aumentando su prestigio. En 1862, durante la estancia en casa de su amigo Baudry en Saintes, ejecutó unas cincuenta obras, estudios de paisajes, de retratos, naturalezas muertas, etc., con las que realizó una exposición. Luego, para el Salón de 1863, presentó una obra (destruida posteriormente por un fanático) que fue rechazada, presentándola también para el Salón de los Rechazados, donde tampoco fue admitida