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Desnudo al salir del baño de Rosales

Publicado por A. Cerra
Desnudo de Eduardo Rosales

Desnudo de Eduardo Rosales

Esta obra es bien distinta a otras mucho más oficiales y románticas que realizó el pintor español Eduardo Rosales durante el siglo XIX, como por ejemplo El testamento de Isabel La Católica. Y es que Rosales, como su contemporáneo Mariano Fortuny, tienen su producción más oficial en la que en muchos casos se nos muestran como pintores imbuidos del Romanticisimo de la época. Pero en paralelo fueron capaces de desarrollar otra línea mucho más libre, y también mucho más privada, ya que lo cierto es que no vivían de este tipo de obras, sino de las más oficialistas.

Aquí Rosales nos presenta una mujer, que casualmente es la mismo modelo, llamada Nicolina, que usó para uno de sus lienzos más afamados: La muerte de Lucrecia, pero la actitud es bien diferente. En este desnudo se aprecia que no hay premeditación alguna, y todo mucho más suelto y espontáneo, e incluso voluntariamente dejó esta lienzo del año 1869 sin acabar. Aunque también hay quién dice que esta obra no es más que un previo del gran lienzo de Lucrecia, ya que el atrezzo se repite.

El caso es que estamos ante un abocetado tomado del natural, algo realmente impensable en el periodo del academicismo más estricto. Y que por lo tanto es un toque de modernidad.

También es muy moderno que juegue claramente con la tonalidad blanquecina del propio lienzo, algo que haría años después Toulouse Lautrec. Pero no es lo único terriblemente moderno en la obra que posee el Museo del Prado del Madrid. Está claro que esta pose también nos puede recordar a ciertas obras de Edgar Degas, como Mujer secándose después del baño. Pero además de la temática, aquí vemos que toda la escena queda unida por una atmósfera luminosa, conjugando la luz y el color de un modo similar al que años después van a emplear los impresionistas franceses.

No obstante, esta relación con el Impresionismo no hay que buscarla en la descomposición de la luz, tratando eso como un problema formal. No. Su aproximación es más intuitiva y desde luego las similitudes se basan en su modo de pintar esa atmósfera unitaria.

Desde luego, Eduardo Rosales era un verdadero portento para la pintura, ya que obras como estas que realizaba a su antojo era capaz de terminarlas en una única sesión, lo cual es índice demostrativo de la soltura y capacidad con la que desarrollaba su oficio. De hecho, en este caso esa falta de retocado final le hace mucho bien a la obra, y consigue plasmar toda la frescura de la escena. Algo que no es impedimento para que al mismo tiempo la obra tenga un carácter monumental, pese a su abocetamiento.