Díptico de los Duques de Urbino Piero della Francesca
Este doble retrato del matrimonio de los Duques de Urbino con los rostros enfrentados de Federico de Montefeltro y su esposa Battista Sforza es una de las obras más relevantes de toda la retratística del Quattrocento en Italia. Una obra que realizó el pintor Piero della Francesca en el año 1472 y que en la actualidad se conserva en el Museo de los Uffizi de la ciudad de Florencia.
Lo cierto es que muchas de las grandes obras de este pintor fueron encargos del duque de Urbino, Federico de Montefeltro. Por ejemplo, el cuadro de la Sacra Conversazione, donde por cierto también aparece de perfil y arrodillado el propio duque.
Lo cierto es que los duques de Urbino fueron unos grandísimos mecenas de la época, y convirtieron a esa ciudad en una de las más atrayentes de la época. De hecho, unos años después allí se iba a establecer otro pintor llamado Giovanni Santi, cuyo nombre no es trascendente para la historia del arte, salvo por una cosa: por ser el padre de Rafael Sanzio, que nació en Urbino y se comenzó a formar en esta corte ducal.
Pero antes de eso, Della Francesca era el pintor predilecto del duque, y a él le encargó este retrato a modo de efigie, con esa pose de perfil, que de alguna forma era la más prestigiosa ya que recordaba a los retratos y bustos que se fundían en las monedas desde la antigüedad. Aunque en este caso, el perfil a la hora de pintar a Federico de Montefeltro era casi una obligación estética, ya que su otro lado de la cara estaba muy dañado debido a batallas y torneos, e incluso le faltaba un ojo.
Mientras que a la esposa nos la presenta con todos los elementos de moda de aquellos años, si bien no posó ella misma para el pintor, ya que había fallecido unos pocos meses antes, en plena juventud, con solo 26 años. Así que es muy posible que el encargo del duque fuera como una muestra de amor hacia su difunta esposa.
Y otro elemento muy destacado de la imagen en el fondo paisajístico en el que se ubican ambos personajes, ya que esas vistas son una panorámica idealizada de la ciudad de Urbino y su entorno.
Por otra parte, cuando vemos este tipo de dípticos expuestos en la actualidad no es fácil contemplarlos por sus dos caras. Y es que en el reverso de esta tabla también hay sendas pinturas. En ellas también parece el matrimonio, pero ahora en una escena alegórica. Él está siendo coronado, mientras que ella va en una carreta de la que tiran unicornios, símbolo de la virtud por antonomasia.
En definitiva, estamos ante una obra que se ha convertido en todo un icono de los retratos renacentistas. Y sobre todo en un icono de los gobernantes de la época, que alternaban el culto a su personalidad, con el mecenazgo artístico y las duras guerras si hacía falta.