El baile de los huevos de Aertsen
El artista holandés Pieter Aertsen pintó en el año 1542 esta tela que en la actualidad forma parte de la colección de pintura renacentista del Rijksmuseum de Ámsterdam.
Este artista fue uno de los primeros pintores holandeses que se decidió a pintar escenas de marcado carácter campestre. Una temática muy habitual en la pintura flamenca y de la que hay muchos otros ejemplos de diversos artistas, y como muestra sirva contemplar la Boda aldeana de Brueghel el Viejo de ese mismo siglo XVI o la Fiesta del Bautizo de Jan Steen, ya de la centuria posterior. Aunque lo cierto es que tipo de imágenes abundan en el arte holandés, tanto del periodo del Renacimiento como del Barroco.
La obra de Aertsen se caracteriza por su detallismo y realismo, elementos que se pueden apreciar en «El baile de los huevos». La pintura no solo refleja una escena de entretenimiento rural, sino que también captura la esencia de la vida cotidiana de la época. Los objetos dispersos en el suelo, las expresiones de los personajes y la atmósfera general de la pintura ofrecen una visión fascinante de la vida en el siglo XVI.
En este caso Aertsen no muestra una obra titula el Baile de los huevos, un entretenimiento bastante habitual en la época. El divertimento consistía en que hubiera una persona que bailando debía de ser capaz de sacar un huevo de un barreño, pero para ello solo podía emplear los pies. Pero no acababa aquí la dificultad de este juego. Ya que tras sacarlo tenía que dejarlo en el suelo y mantenerlo en el interior de un círculo dibujado con tiza, para finalmente acabar cubriéndolo con una taza boca abajo. Y claro solo utilizando los pies. El resultado es obvio, se rompían un montón de huevos antes de que algún participante lograra semejante proeza. Porque además, en el cuadro se ve que por el suelo hay diferentes objetos repartidos por el suelo como espadas, los típicos zuecos holandeses o klompen o vasijas varias, que no se podían tocar durante la danza.
La mecánica del juego se ve muy claramente en este cuadro, en la que un joven está bailando para cumplir con el reto, mientras el resto de la gente de la aldea lo está contemplando y animando. Sin embargo, todo eso ocupa un segundo plano y la mitad derecha de la obra.
El gran protagonista de la imagen está en la otra mitad y ocupa todo el primer plano. Se trata de un personaje que se intuye que ya se ha bebido alguna que otra cerveza, y sentado un tanto indecorosamente es incapaz de mantener las manos quietas, es decir, no cumplir con las reglas del juego.
Este personaje que domina toda la composición es típico del arte de Aertsen, ya que pintaba este tipo de escenas ambientadas en el medio rural, pero siempre le imprimía a sus imágenes cierto tono ridículo y de alguna forma estaba provocando la mofa sobre los agricultores y ganaderos holandeses.
Además de su habilidad para capturar la vida cotidiana, Aertsen también era conocido por su uso del color y la luz. En «El baile de los huevos», los colores son vibrantes y la luz se refleja de manera realista en los objetos y personajes, lo que añade una dimensión adicional a la pintura. La atención al detalle de Aertsen, su habilidad para capturar la vida cotidiana y su uso magistral del color y la luz hacen de «El baile de los huevos» una obra maestra del arte renacentista holandés.