El Caravaggio de Toulouse
De esta obra del pintor italiano Caravaggio se tiene constancia prácticamente desde que la realizó allá por el año 1607, cuando el artista se hallaba en Nápoles, ciudad de la tuvo que huir de la ciudad acusado de asesinato. Se sabe que la pintó ahí por unas cartas de la época, sin embargo, al cuadro se le perdió la pista en un momento dado de la historia y se daba por perdido con el paso de los siglos.
Sin embargo, reapareció en 2014 y de una forma completamente casual. Una familia de la ciudad francesa de Toulouse tras unas fuertes lluvias tuvo goteras en su vieja casa tolosana. Y cuando subieron a la buhardilla de la vivienda para arreglar las filtraciones, al mover todo lo que ahí acumulaban descubrieron este lienzo, e intuyendo que podía ser un cuadro de valor, lo llevaron a tasar y se lo enseñaron a diversos especialistas en pintura del Barroco.
El resultado fue sorprendente, ya que la gran mayoría de estudiosos llegaron a la conclusión de que la obra salió de la mano de Michelangelo Merisi, o sea Caravaggio, y consideraron que era la primera de sus versiones de la historia de Judith y Holofernes. Un relato bíblico que se adecuaba a la perfección a su pasión por representar escenas tan dramáticas que alcanzaban la violencia, muchas veces manifestada en decapitaciones y degüellos como es el caso de célebres cuadros suyos como David con la cabeza de Goliat o La degollación del Bautista.
En el caso de Judith y Holofernes la escena del Antiguo Testamento nos traslada al momento en el que la joven judía le corta el cuello al general asirio, con la presencia a su lado de su vieja y arrugadísima criada. Todo de una expresividad total, de enorme realismo en la representación y siguiendo los juegos de luz y sombra típicos del claroscuro caravaggiesco.
Además los estudios mediante la fotografía infrarroja han descubierto rasgos habituales del modo de pintar de Caravaggio, quien rara vez hacía bocetos o dibujaba sobre el lienzo antes de empezar a pintar el lienzo. Como mucho se marcaba algunos contornos con el mango del pincel. Y es que este artista era tan espontáneo en su modo de pintar como de vivir, ya que son célebres sus estallidos de ira. Algo que le causó no pocos problemas y por eso se sentía algo víctima, de ahí que se autorretratara más de una vez en los personajes que eran juzgados o degollados. Cosa que aquí no pasa, de ahí que algún experto piense que no es obra suya. Aun así la atribución al gran pintor barroco italiano es prácticamente unánime.
En definitiva que desde su reaparición es una obra de enorme importancia y por eso se ha convertido en un tesoro valorado en más de 100 millones de euros. Sin duda, nunca unas goteras en el techo de una casa pudieron salir más rentables.