El emperador de los indios de Hogarth
El pintor del rococó inglés William Hogarth (1697 – 1764) comenzó su desempeño como artista realizando cuadros inspirados en escenas del teatro británico. Y este cuadro de 1732 es una buena muestra de ello. Es la obra cuyo título completo es El emperador de los indios o el conquistador español de México, un lienzo de interesantes dimensiones (131 x 146) que en la actualidad forma parte de la Colección Galway de Dorset.
La escena pintada se basa en una obra escrita por el dramaturgo John Dryden (1631 – 1700) que estaría siendo representada en una función privada en honor del hijo del rey. Una combinación entre la actuación teatral y el ambiente cortesano. Vemos el selecto grupo de invitados, todos ellos en una actitud muy alegre, ya que se muestran muy espontáneos y desenfadados, lejos de los encorsetamientos más protocolarios.
Una escena muy propia del arte rococó, que siempre tiene algo de banal y desinhibido. Aunque Hogarth aquí aprovecha la ocasión para hacer su peculiar homenaje a un genio de su tiempo. Ni más ni menos que Isaac Newton (1643 – 1727), cuyo busto parece presidir la sala, además de que se pueden leer los méritos de este científico británico.
Este es una más de las muestras de la singularidad de este artista, que inicialmente siguió la tradición pictórica inglesa, ajena a lo que se hacía en el resto del continente, pero que con el paso de los años se convirtió en un artista único y excepcional, con una personalidad propia y difícil de adscribir a ninguna corriente. Por ejemplo, es un estupendo antecedente de la caricatura moderna, capaz de criticar con mordacidad pero también con espíritu moralizante a la sociedad de su tiempo, tal y como vemos en cuadros como Matrimonio concertado. Si bien esta faceta crítica sobre todo inspiró sus trabajos como grabador. Y es que desde 1712 entró a trabajar como orfebre en el taller de E. Gamble, y pocos años después ya era un grabador en cobre independiente.
La verdad es que ese fue su primer contacto con el arte, ya que su trabajos pictóricos llegarían unos cuantos años después, en concreto a partir de 1728, cuando entró al taller del pintor de corte John Thornhill, gracias al cual pudo conocer de primera mano los ambientes aristocráticos que luego representó en cuadros como el que vemos aquí.
En definitiva, un pintor muy interesante, que con el tiempo elaboró incluso su propia concepción de la estética. Algo que hizo en un escrito muy antiacadémico titulado La anatomía de la belleza de 1753, un tratado que evidentemente le valió alguna que otra enemistad en los círculos más académicos, pero también supuso la aparición de seguidores entre las generaciones de artistas más jóvenes de las islas británicas.