Vida de un libertino de Hogarth
William Hogarth fue un pintor inglés nacido en 1697 y muerto en 1764. Pese a su maestría con los pinceles, lo cierto es que durante toda su vida tuvo que luchar contra una tendencia muy extendida en su Inglaterra natal. Y es que por aquellos años, la aristocracia británica, los principales compradores y consumidores de arte, preferían adquirir las obras de maestros extranjeros, antes que comprar los cuadros de pintores ingleses que todavía no habían triunfado en el extranjero. Por eso, Hogarth recurrió a la producción de grabados para la ilustración de libros como medio para ganarse la vida.
Él se dio cuenta que no existía en Inglaterra público que apreciara el arte contemporáneo, por entonces tendente al estilo Rococó, un estilo lógico en la evolución estética del anterior arte barroco. Por ello se dispuso a crear un tipo de cuadros que atrajera a ese potencial público, haciendo hincapie en la tradición conservadora y puritana de su sociedad. De ahí, que la temática de sus obras tuviera cierto tono moralizante, y en muchas ocasiones manifestara el bien que otorga la virtud y los castigos que reciben los pecadores tras hacer el mal. Ésta es la temática de esta serie de grabados titulada La vida de un libertino que realizó en el año 1735.
Se trata de imágenes aleccionadoras y de muy fácil comprensión, donde cada uno de los personajes representados dejan muy claro su papel en el mensaje mediante la gestualidad y la ubicación en los escenarios apropiados. Incluso el propio William Hogarth llegó a comparar la composición de esas imágenes como la fusión entre el trabajo de un autor de teatro y el director de escena, ya que cada figura se convierte en un actor que expresa su papel por su cara, sus ademanes, sus ropajes y sus conductas, como si se tratase de una verdadera narración.
En el grabado que aquí podemos ver, se expone una triste y cruda escena en la que están representados todos los tipos de locura, desde el fanático religioso de la celda de la izquierda, hasta el megalómano con su enorme corona, pasando por el idiota que dibuja la imagen del mundo sobre los muros del manicomio, o el ciego con un telescopio que en realidad es un cucurucho de papel. Mientras que el protagonista de toda esta serie de grabados, está sentado en el suelo y desnudo, atendido por dos pomposas visitantes.
Pero un factor muy importante en los grabados que hizo Hogarth, es que él en realidad era un pintor, y un gran pintor, por eso es muy interesante apreciar como vuelca en estas ilustraciones su saber hacer en cuanto a la composición lumínica de la obra.
En realidad, Hogarth además de su indiscutible habilidad artística fue una persona muy bien formada, y conocía con detalle la tradición pictórica, sobre todo la italiana.
Estos grabados u otras series como Los cuatro grados de la crueldad, acabaron por proporcionarle prestigio y también dinero, si bien como pintor nunca llegó a ser tomado excesivamente en serio por los coleccionistas de su época.