El Fauvismo
Fue la vanguardia que abrió el arte del siglo XX y cerró el del siglo anterior, puesto que los pintores que siguieron esta tendencia se inspiraron en las fuentes postimpresionistas. Suele encuadrarse en los años 1903-1910. Su nombre viene del apelativo francés “fauve” (fiera), dado por un crítico en la primera exposición que realizaron en París, ante la extrema violencia del color de los cuadros. Se trata de un movimiento exclusivo de la pintura, ya que se basa en la exaltación suprema del color, que adquiere una fuerza visual tremenda. Para los fauvistas, el ingrediente esencial del cuadro es el color, es lo que define a la pintura, por lo que llegan a independizarlo del objeto, como ya había hecho Gauguin al pintar un caballo azul, por ejemplo.
El color lo aplican siempre puro, sin mezclar, llegando en ocasiones a pasarlo directamente del tubo al lienzo. La luz desaparece de los cuadros, por lo que tampoco hay sombras, lo mismo que la profundidad, con lo que así las composiciones tienden al plano único, como ya había planteado Gauguin, que es el más claro precedente del movimiento.
Pero las fauvistas también valoran el objeto, ya que sino, éste se perdería entre los colores, debido a lo cual, la línea recupera su energía con trazos gruesos y nítidos. Valoran también el sentimiento que la forma y el color del objeto representado provoca en el espectador.
El máximo representante del movimiento es Henri Matisse, aunque tuvo muchos seguidores, como Derain, Valminck, Rouault, Dufy, etc. Matisse rechaza en sus cuadros cualquier volumen que se opusiera a la forma plana del lienzo, ya que no le interesa ni la perspectiva ni la profundidad, centrando toda su atención en el color, con el que busca proporcionar al espectador paz, quietud, calma y silencio. En su obra “Armonía en rojo, la sobremesa” de 1908, representa una escena de un interior, en la que aparece una mujer, una serie de objetos (entroncarían con las naturalezas muertas) y una ventana a través de la que se vislumbra un paisaje. En este cuadro puede observarse la aplicación de colores intensos en áreas planas y, que el color lo invade todo, llegando a confundir los objetos, debido a lo que emplea la línea curva, sinuosa, para delimitarlos y que no se pierdan o confundan. La única sensación de profundidad se limita a la ventana superior. No hay sombras ni gradaciones tonales, usa la mancha plana de color en ocasiones con grumos y empastada, lo que le confiere un gran valor plástico y matérico. Destaca también la decoración en forma de arabesco, que nos habla del valor que el maestro otorga al elemento ornamental, despreciado por otros artistas.
En el año 1910 pinta “La Danza”, en la que una serie de figuras aparecen enlazadas en un alarde de simplificación radical del dibujo, como si fuesen arabescos, líneas sinuosas. Se trata de un enorme mural, en el que hay pocos colores, dispuestos en amplias superficies, como tratando de envolver al espectador en el colorido contrastado.