El invierno y los cuervos de Millet
Esta es una obra muy curiosa del artista francés Jean Francois Millet, ya que nos presenta un ambiente de campesinos, como los que protagonizan la inmensa mayoría de sus obras, entre las que destacan geniales creaciones como El Angelus o Las Espigadoras. Pero la gran diferencia es que en este lienzo no hay personaje alguno, salvo el propio paisaje, y sin embargo sigue siendo una magnífica obra del estilo realista al que se adscribe la producción pictórica de Millet.
La tela prácticamente está dividida en dos, ocupando la mitad superior un cielo nublado y la inferior una gran llanura desierta, y ambos espacios se unen (o separan) por una estrecha franja de bosque. No obstante, en ese paisaje destacan unos cuantos objetos de los campesinos, por lo que llegan estar presentes sin que aparezcan. Por esa razón se ve un arado y unas gradas, ambos útiles de labranza que vemos abandonados, y tan solo sirven para que se posen sobre ellos, los cuervos, pájaros de mal agüero como pocos.
Esas aves negras se posan, aguantan el frío, miran todo el entorno y esperan a que pase el invierno. A primera vista, poco más nos cuenta la imagen. La simplicidad en la obra es total y absoluta. En realidad hay autores que consideran que pese a lo que vemos casi no es un paisaje, sino un retrato de la llanura.
Vemos que todo queda dominado por la horizontalidad, lo cual se convierte en un símbolo, ya que la agricultura en realidad consiste en lograr que los elementos verticales surjan de los campos, y viendo como nos pinta Millet ese paisaje tan llano, nos puede parecer un verdadero milagro lograr ahí la verticalidad. Pero no se logra con milagros, sino con un duro trabajo, constante y muy sacrificado.
Lo cierto es que no se trata de la única obra de Millet en la que nos presenta un paisaje y renuncia por completo a la presencia de la figura humana. Hizo otras obras en esta línea, pero nunca se trata de paisajes grandilocuentes, y aunque en este caso sin duda nos trasmite una idea, cada vez lo usa menos para expresar sentimientos y más como objeto de su arte.
Este cuadro de El invierno y los cuervos lo pintó en 1862, pero durante los años 70 pintará obras en las que cada vez es más importante ese escenario, y aunque a veces vuelva al intimismo, la verdad es que se detiene más en el hecho de representar ese paisaje que en su uso como ambientación de un mensaje.
Una actitud que es mucho más fácil de entender al saber que durante esos años Millet entró en contacto con unos pintores de una generación posterior, los pertenecientes a la Escuela de Barbizon. Unos pintores casi exclusivamente interesados por la pintura de paisajes, tanto naturales como urbanos.