Retrato de una niña de Millet
El pintor realista francés Jean Francoise Millet (1814 – 1875) ha pasado a la historia del arte por sus grandes telas de ambiente rural, en las que nos muestra en toda su crudeza el trabajo y los modos de vida del campesinado de la época. Escenas que alcanzan su cenit con obras como Las Espigadoras o El Angelus. Sin embargo, previamente a esas obras maestras, Millet también realizó otro tipo de imágenes, sobre todo algún que otro retrato como el de esta niña.
Este Retrato de niña es una obra de los inicios de Millet como pintor, ya que se trata de una obra del año 1844. La retratada es la joven Antoinette Hervé, y la vemos frente a un espejo, un elemento que incorpora a los retratos la posibilidad de integrar diversas perspectivas del personaje, y que había puesto de moda el gran artista romántico Dominique Ingres, quién pintó varios de sus retratos con la aparición de espejos, como es el caso de la imagen de Madame de Senonnes.
Lo cierto es que el uso de espejos en la retratística no era precisamente una novedad, aunque sí que es cierto que a mediados del siglo XIX se iba a hacer con planteamientos y estructuras mucho más libres que las del pasado.
Por otra parte, pese a ser una obra de Millet muy anterior a su momento de mayor madurez artística, la verdad es que aquí ya aparece uno de los elementos más característicos de su producción pictórica. Hablamos de su emblemática luz dorada, que aunque no es dominante ya es algo más que destacada y representa un paso más en su evolución. De hecho, en otra obra suya de los años 40, como es el Desnudo acostado de espaldas, vuelve a aparecer con un mayor protagonismo.
Un retrato, un desnudo, se puede ver que son un tipo de obras diferentes a las que le darán toda su celebridad. Y es que se trata de unos años anteriores a la Revolución de 1848, que sin duda marcará su trayectoria personal y artística.
Antes de esos trascendentales episodios, la verdad es que Millet era un pintor que podríamos catalogar como tradicional y bastante convencional, cuya producción se basaba precisamente en las obras de retrato. Si bien es cierto que en esas obras por encargo, hay detalles que manifiestan algunos toques de intimismo y un tratamiento lumínico que de algún modo anticipan el gran pintor en el que se iba a convertir en las décadas posteriores.