El pífano de Manet
Ésta es una de sus primeras obras con las que creó revuelo en el panorama artístico parisino. De hecho, la presentó al Salón institucional del arte francés en 1866, y fue rechazada y tachada como un cuadro que carecía de talento. Pero Edouard Manet la acabó exponiendo en su propio taller, y fue admirada por los jóvenes pintores impresionistas. Solo ellos supieron ver el valor de la pintura. Ellos y el escrito Emile Zola que dijo que Manet era un verdadero maestro del arte del mañana y animaba a invertir en él. Una apreciación que a Zola solo le sirvió para que le despidieran del periódico en el que trabajaba.
Sin embargo, los vínculos entre Zola y Manet fueron muy estrechos, y el pintor lo llegó a inmortalizar en su famoso Retrato de Zola.
Lo cierto es que a Manet no le preocupaba excesivamente la crítica de la época. Y tampoco quería crear una obra sin errores. Lo que buscaba era hacer una obra sincera. Tal vez por esa carencia de retórica o de sentimentalismo no le gustó a los bienpensantes más tradicionales de su tiempo.
Un buen ejemplo de esa crudeza es El Pifano. Por ejemplo, aquí se puede ver como la mano en sombra no tiene las perfecciones artificiosas de pintores anteriores, y casi parece que está mal pintada. Al igual que los ojos del joven que parecen estar desenfocados, aunque el pintor ha buscado plasmar la concentración del joven en su música.
De esta pintura se criticó desde su formato tan estrecho y alargado hasta su colorido, diciendo que se trataba de planos yuxtapuestos de colores lisos. Y es que Manet aplicó los colores con pocas sombras, y se basó en el uso del blanco, el rojo, el amarillo, el ultramarino y el negro. Sobre todo el negro, un color que él adoraba a diferencia de otros artistas de su época. Y pese a esa preponderancia del negro, consigue que el cuadro irradie claridad y luminosidad.
Pero pese a tantas críticas, lo cierto es que hoy la obra es una creación clave para comprender la evolución pictórica de Manet, y también sus influencias, entre las que se cuenta la del pintor barroco español Diego de Velázquez, del cual siempre dijo maravillas y los historiadores del arte siempre buscan parecidos con el pintor sevillano. Por ejemplo, en este caso se habla de que la presencia del niño sin un decorado ni perspectiva alguna recuerda al cuadro Pablo de Valladolid pintado por Velázquez.
El pífano al mismo tiempo es una obra muy singular, ya que se trata del retrato de un niño músico a una escala casi natural, ya que la tela pintada al óleo mide 161 cm de altura por 97 cm de ancho. Una obra que en la actualidad forma parte de la colección de pintura impresionista del Museo de Orsay de París.