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El pobre poeta de Carl Spitzweg

Publicado por A. Cerra

El pobre poeta de Carl Spitzweg

Este cuadro fue pintado por Carl Spitzweg en el año 1839 y durante mucho tiempo estuvo expuesto en las paredes del Palacio de Charlottenburg en Berlín. Sin embargo de ese lugar fue robado en el año 1989, cuando mediante un plan casi cinematográfico fueron sustraídos tanto esta obra como otro cuadro titulado La carta de amor, obra del mismo pintor. Desde entonces se desconoce el paradero de ambas pinturas.

Además El pobre poeta ya había sido robado unos años antes, aunque en aquella ocasión, fue recuperado de forma muy rápida. Lo cierto es que hasta 36 cuadros de Spitzweg (1808 – 1885) han sido robados en alguna ocasión. Y es que esta artista de carácter costumbrista goza de una tremenda popularidad en su país de origen, Alemania.

Curiosamente de este cuadro el pintor hizo dos versiones prácticamente idénticas. Una de ellas la adquirió un coleccionista privado, mientras que la segunda durante la vida del pintor fue expuesta en Múnich, Hannover o Ratisbona. Por cierto, para hacer copias perfectas, el propio pintor usaba papeles transparentes con perforaciones que le indicaban los dibujos y diferentes formas a representar. En ese sentido hay que saber que el cuadro tiene unas pequeñas dimensiones (36 x 45 cm), lo que facilitaba ese sistema de reproducción, al igual que simplificó el trabajo a sus ladrones.

Independientemente de eso, la verdad es que este pintor tuvo una vida bohemia y es eso precisamente lo que está retratando en la tela. Se sabe que le gustaba viajar, que nunca se casó y que vivió en diversas buhardillas como la que aquí pinta. Por eso una de las interpretaciones más reiteradas de este lienzo es que se trata de una alabanza a ese tipo de vida libre y creativa, ya que el personaje, pese a las privaciones para estar feliz.

Aunque también ha habido críticos que la han interpretado de un sentido diametralmente inverso. Se trataría de una especie de burla a este tópico del artista bohemio que tan de moda se estaba poniendo en aquellos años. Vendría ser una caricatura de esos artistas que se tienen por incomprendidos y cuyo arte tan apenas les da para subsistir ni pasar frío en su pequeña casa. Pese a que todavía guarde cierta coquetería y rasgos burgueses como la levita o el sombrero de copa que cuelgan junto a la estufa. Y todavía hay quien ve una tercera interpretación. Tal vez fuese una especie de autorretrato riéndose un poquito de sí mismo, de su forma de vida y de su escasez de medios. Sin imaginarse la popularidad que iba a alcanzar entre sus compatriotas muchos años después de su muerte.