El sermón de San Esteban en Jerusalén de Carpaccio
El Museo del Louvre de París posee una de las cinco obras que conforman el ciclo de pinturas sobre San Esteban que pintó Carpaccio entre los años 1511 y 1520. Unas obras que originalmente las concibió para adornar la Escuela de Santo Estefano de Venecia, su ciudad natal, pero que en la actualidad se encuentran a día de hoy repartidas por diversos lugares de Europa, e incluso una de ellas ha desaparecido.
Al pintor renacentista Carpaccio, cuyo nombre real era Vittore Scarpazo (h. 1460 – h. 1525) le encantaba añadir en sus cuadros notas pintorescas de carácter oriental, y con esta representación del santo predicando en la ciudad de Jerusalén tenía la excusa perfecta para ello, y eso lo vuelca tanto en ciertos detalles de la arquitectura del fondo como en los ropajes de algunos personajes, entre los que no faltan por ejemplo los turbantes, todo ello con bastante verismo. La verdad es que se desconoce a ciencia cierta si Carpaccio había viajado alguna vez a Oriente, concretamente a Estambul, pero si no fue así hay que tener en cuenta que el puerto de Venecia por esa época era de lo más cosmopolita, por lo que podría ver gentes provenientes de muchos lugares del Mediterráneo y mucho más allá.
Además siempre fue un pintor de imaginación desbordante. Esa es la base para esta representación que ambienta en el interior del Templo de Salomón de Jerusalén. Allí el santo se alza sobre un pedestal de formas antiguas y ruinosas, para declarar desde lo alto la superioridad del Cristianismo, e incluso con su dedo señala al cielo, o sea, a Dios.
Hay todo un sinfín de símbolos. Como que el sermón lo escuchen personas de diversos orígenes, como turcos, orientales y griegos con sus altos sombreros. Dándole al mensaje un tono universal. Además también nos presenta la arquitectura de un templo del Judaísmo, los minaretes de mezquitas musulmanas y la iglesia cristiana del Santo Sepulcro, y se permite incorporar notas de un templo renacentista.
No obstante, más allá del mensaje y los símbolos merece la pena destacar el tratamiento del color de este artista veneciano. Juega con los azules, los blancos nacarados y los ocres para las arquitecturas. E incorpora un ambiente neblinoso para ubicar un paisaje de colinas. Luego hay un gran dominio por el detalle y el colorido en las prendas de los muchos personajes.
En resumen estamos ante una obra de gran calidad, y sin duda la más famosa del ciclo de San Esteban, del cual representaba el segundo capítulo. El primero sería la escena de la Consagración de la Hostia, y tras el Sermón, vendían los cuadros de El Juicio de San Esteban, La Lapidación y la Disputa. Toda una hagiografía visual en la que Carpaccio invirtió casi 10 años de trabajo.