Entierro en Ornans. Courbet (1850)
Courbet fue el pintor francés que junto a Daumier y Millet representa la tendencia realista en la pintura, tras el agotamiento del programa romántico a mediados del s. XIX, siendo de los tres el máximo representante del estilo. Mantuvo un compromiso político y social muy fuerte a lo largo de su vida y, consideró a la pintura como vehículo eficaz en la lucha por la defensa de sus ideas. En esta obra que se encuentra en el Museo de Orsay (París), y cuyo título original era “Entierro. Cuadro histórico de un entierro en Ornans”, representa un entierro cualquiera en una aldea, Ornans, sin que se desarrolle ninguna acción ni asunto de los considerados dignos de ser representados en un lienzo. Se trata de una manera de manifestar su repulsa y rechazo a la sociedad injusta de su tiempo, representando escenas y acontecimientos no de los ricos burgueses que pagan por ser pintados, sino de la vida cotidiana de personas absolutamente desconocidas.
Los cuadros monumentales con figuras realizadas a tamaño natural estaban reservados para asuntos históricos o mitológicos, no para escenas de otro tipo. En esta obra, las proporciones ya suponen una provocación a los valores establecidos, pues es una escena considerada por muchos “de género”, por otros “vulgar“ (para Delacroix, por ejemplo), por lo que será rechazada en los círculos oficiales.
Además de por su tamaño “inadecuado” la obra no gustó en dichos círculos por los propios personajes, poco agraciados físicamente y vestidos con ropas vulgares, pobres , pues el pintor no recurre a ningún tipo de idealización, los muestra tal cual son, ya que parece ser que casi todos los habitantes de la pequeña aldea posaron para el. Además no ocurre nada destacado, el momento elegido por el pintor es el del entierro en sí, en la fosa que se atisba en primer plano, es una escena casi estática, que muestra una gran indiferencia en los personajes. La estructura del lienzo es horizontal, y las figuras se disponen sin ningún tipo de organización establecida o jerarquía, casi como en un friso, ni siquiera hay simetría. Con estos elementos, rompe toda idealización romántica.
Los colores son sobrios, y pocos, predominando los negros (sus favoritos) y los grises, aunque hay pequeños toques de rojo, tonos tierra y gamas de verde en el paisaje. Solo rompe la monotonía el perro blanco situado en primer plano. En cuanto a la técnica de la pincelada, esta es minuciosa, cerrada, abigarrada incluso, como corresponde a todo intento de descripción realista, aunque en el fondo se suelta un poco más.
Respecto al tratamiento de la luz, contrasta la iluminación del primer plano del entierro propiamente dicho, con la galería de personajes vestidos de negro. Aunque pudiera estar influido por Caravaggio, aquí la luz no busca aumentar el drama de la escena, sino más bien dar volumen a las figuras.
Como en varios salones oficiales de años sucesivos rechazaron sus obras, organizó cerca de los mismos una exposición propia, el “Pabellón del Realismo”. Fue la semilla del “Salón de los Rechazados” impresionista.