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Entrada de Cristo en Bruselas de James Ensor

Publicado por A. Cerra

Entrada de Cristo en Bruselas de James Ensor

Este cuadro que James Ensor realizó entre 1888 y 1889 este gran cuadro que por unos motivos u otros no llegó a exponerse en su momento. De manera que permaneció hasta 1917 guardado y enrollado en el taller del artista. No fue hasta ese año cuando por fin lo pudo desplegar de manera permanente en una nueva casa más amplia en la que disponía de una pared acorde al tamaño del lienzo (258 x 430 cm. de superficie). Sin embargo eso no significó que todavía lo pudiera ver cualquiera. De hecho, no fue hasta 1929 cuando se expuso por primera vez de forma pública en el Museo de de Bellas Artes de Bruselas. Para entonces, James Ensor (1860 – 1949) tenía casi 70 años y aunque era un artista consolidado, no se podía intuir la enorme influencia que iba a tener este cuadro en pintores de generaciones más jóvenes. Y es que la singular Entrada de Cristo en Bruselas se convirtió en un referente para el arte expresionista y otras corrientes de vanguardia.

Hoy la obra se encuentra en el Museo Getty de Los Ángeles en Estados Unidos.

Para empezar el título es engañoso, ya que no se trata de una escena religiosa basada en el Nuevo Testamento, porque por supuesto ahí no aparece que Jesús visitara Bruselas. En realidad, lo que está representando es un episodio habitual de los carnavales bruselenses. De ahí esa marabunta de gente y de rostros que se apiñan a lo largo y ancho de la tela. Por cierto, algunos de esos rostros eran perfectamente identificables en su momento, ya que se trataba tanto gentes de la cultura como autoridades, por lo que contenía cierta crítica social a algunos personajes conocidos.

Una buena muestra es la representación que hace del supuesto obispo que en la parte baja central del lienzo. Un personaje que más bien parece un pelele borracho. Es una imagen perfecta de la burla y la parodia que rodea al carnaval. Hay personajes disfrazados, bufones, clérigos, soldados, ricos y pobres. Todo la población reunida en una plaza y amparada por un gran cartel que dice “Viva lo social” un lema de raíz anarquista. Un mensaje propio de un artista muy joven, cercano a las ideas más progresistas y radicales de la época, y que además se había aproximado sin complejos hacia los librepensadores de Bruselas y a todos los exiliados que habían llegado desde la Comuna de París llevando sus ideales hasta la capital belga.

En definitiva, una obra muy interesante en lo formal y cuyo mensaje se puede leer entre líneas, o más bien entre cabezas y gestos de los personajes que atiborran por completo la escena.