Juana la Loca recluida en Tordesillas de Pradilla
El género de la pintura histórica tuvo un enorme éxito durante gran parte del siglo XIX e incluso en los primeros años del siglo XX entre los círculos más académicos y oficiales. Por regla general se trata de cuadros que retratan a importantes personajes o acontecimientos memorables a los que se les dedican obras de grandes dimensiones. Sin embargo, el cuadro de pintura histórica del que os vamos a hablar hoy tiene unas características distintas.
Para empezar por su tamaño, ya este lienzo pintado en 1906 por el artista Francisco de Pradilla con su superficie de 85 x 146 cm. hay que considerarlo una pintura de caballete. Y además de eso, también se aleja del tono grandilocuente de otras obras similares, y aplica un toque íntimo para hablarnos de la reina Juana la Loca. Por cierto, un personaje que le fascinaba a este autor y al que dedicó otras obras.
El título completo de este óleo es La reina doña Juan la Loca recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina. Y ese añadido de la hija es muy importante para comprender la escena. La reina Juana, hija de los Reyes Católicos, se esposó con Felipe el Hermoso, y cuando su marido falleció se volvió loca de amor, literalmente quedó trastornada. Y eso es lo que vemos en el lienzo.
Cuando su esposo murió, ella decidió encerrarse en el castillo de Tordesillas, en la provincia de Valladolid. No quería salir nunca de ahí, y no solo eso, decidió que se llevara allí el cadáver de su marido. También se fue con el servicio y con su hija Catalina. De tal manera que vemos a la reina en un suntuoso salón, pero ella está absorta en su pena y sus pensamientos, mirando por la ventana hacia el paisaje de Castilla. Mientras que su hija pretende llamar la atención de la reina y que juegue con ella. Algo que no consigue.
Por otro lado de la estancia vemos a dos mujeres del servicio se calientan cerca de la chimenea, y parecen penar o rumorear algo respecto a la enajenación de la monarca. También se ve una capilla en la que se distinguen figuras religiosas. Y por fin una puerta abierta deja entrever el féretro donde reposan el cuerpo muerto de Felipe el Hermoso.
Es un cuadro donde el pintor ha sabido trasportar todo el melodrama del acontecimiento legendario y explayarse en el detalle de numerosos detalles, todos ellos cargados de significado y de sentimiento. Sin duda un tipo de pintura que gustaba mucho a los más acaudalados de la época. Por ello, a Pradilla no le faltó el trabajo y el reconocimiento en su época. Y un buen ejemplo es que de este pequeño cuadro le encargaron que hiciera una réplica a tamaño monumental. En definitiva, que fue un pintor que representa la parte más tradicional del arte a comienzos del siglo XX, la cual le hizo rico mientras otros artistas estaban experimentando por esos mismos años las nuevas corrientes de vanguardia.