La adoración de los pastores de «El Greco»
La adoración de los pastores de «El Greco» se trata de un óleo sobre tela que actualmente se encuentra en el Museo del Prado en Madrid, que fue pintada entre los años 1612 y 1614 para el altar de la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo, con el objetivo de que bajo ella se encontrase su propia tumba, ya que fue el primer cliente (el templo) del pintor en España.
Como suele ser característico del pintor, nos presenta la composición en dos planos bien diferenciados, el del mundo celestial y el del terrenal. En el plano terrestre, el centro lo constituye el Niño, desnudo sobre una tela blanca, sostenido por la Virgen y que aparece rodeado de una serie de pastores que muestran su sorpresa ante el Mesías. Se trata de una composición dramatizada, ya que los coloca teatralmente con un movimiento nervioso de derecha a izquierda, y realza de manera casi artificial sus expresiones de asombro. María, en cambio aparece serena, pintada con gran perfección, con suaves y cuidados movimientos, como corresponde a la madre de Dios, con unos destacados escorzos en sus manos perfectamente logrados. En el plano superior, vemos a dos ángeles sosteniendo unas cintas que muestran las alabanzas al Señor, configurando y cerrando la composición, ya que entre ellos se observan a una serie de gruesos angelotes flotando y a una serie de cabezas también angelicales revoloteando sobre las figuras divinas.
Toda la composición está llena de dinamismo, pero lo más destacable es el tratamiento de la luz. Ésta parece surgir realmente de cada una de las figuras en éxtasis, pero sobre todo del Niño y de la tela sobre la que se apoya, simbolizando en él la luz del mundo.
El cromatismo también es asombroso, mostrando tonalidades cálidas en los ropajes rojos, anaranjados, morados, que contrastan vivamente con el tono oscuro del fondo, que no refleja ninguna arquitectura ni paisaje, sino que se trataría más bien de una cueva o de un hueco hecho en la tierra.
Los cuerpos de las figuras se alargan hasta lo indecible, las cabezas resultan pequeñas en comparación con los mismos. La espiritualización de las formas se lleva a sus últimas consecuencias.
Es probable que el pintor, ya viejo y con poca salud, no pueda aguantar mucho tiempo el ritmo y el esfuerzo que este tipo de gran composición requiere, por lo que las pinceladas se van haciendo cada vez más largas, fluidas y rápidas, abandonado todas sus influencias venecianas (Tiziano, Veronés, Tintoretto). El Greco se adelanta así a su tiempo, creando formas que parecen inacabadas, mediante borrones y manchas, diluyendo la pincelada, con formas sugerentes, en vez de terminadas. La pintura de los impresionistas, tomará nota de ello, más de trescientos años más tarde. Además de esto, el Greco tiene el sistema de hacer montar el negro y otros colores sobre los otros colores para exagerar los contrastes y para que el dibujo no los separe. Realmente lo que hace es dibujar con el color, por lo que muchos de sus contemporáneos lo tildan de extravagante, al no comprender lo avanzado de su técnica. También coloca en sus lienzos (como en éste) líneas de negro puro, con lo que logra avivar los colores, usándolo como en una vidriera, recortando los cuerpos, con lo que por contraste, los otros colores aclaran sus tonos.