La cena de Emaús de Caravaggio
Este óleo pintado sobre lienzo por Michelangelo Merisi, más conocido como Caravaggio, lo realizó en el año 1601. Y actualmente forma parte de la colección de pintura barroca de la National Gallery de Londres.
La imagen plasma un episodio de los Evangelios. En ella vemos como dos discípulos de Cristo, uno de ellos posiblemente San Pedro por la concha que lleva sobre su túnica (el de la derecha) con la figura central de Jesús dominando la escena. Este relato evangélico se ha pintado en diversas ocasiones a lo largo de la historia, y también durante el periodo del arte Barroco. Por ejemplo basta con comparar este lienzo con otra obra de un genio barroco, Rembrandt.
Según se cuenta en la Biblia, estos discípulos iban camino del pueblo de Emaús, cuando se les unió un desconocido. El pasaje se sitúa temporalmente tras la muerte de Cristo, sin embargo el milagro consistió en que cuando se sentaron a cenar, el desconocido bendijo los alimentos y rápidamente los otros reconocieron en él a Cristo resucitado.
La escena, iluminada por varios focos de luz, tiene un tratamiento lumínico muy teatral, como si las zonas iluminadas crearan un ritmo a partir de las luces y sombras. Es decir, el portentoso claroscuro de Caravaggio. Pero no solo el tratamiento de la luz es teatral. También la pose de los personajes. Por ejemplo, el discípulo que nos da la espalda, nos lo presenta tremendamente sorprendido al reconocer a Jesús. Mientras que San Pedro abre igualmente sus brazos extasiado y preparado a abrazar a su maestro. Esta postura de San Pedro también nos muestra una de las constantes en la obra de Caravaggio, sus atrevidos escorzos, aquí con un brazo que parece que se va a salir del lienzo.
Y en contrapartida se ve al posadero de pie. Todo él es tranquilidad porque no reconoce a Jesucristo y su actitud contrasta con la de los discípulos. Y no cumple solamente esa misión dentro de la escena. También su mirada conduce la nuestra hacia el centro del cuadro, el rostro de Jesús y su gestualidad.
Todo la imagen está repleta de símbolos. Por ejemplo la mano izquierda de Cristo está sobre el pan y el vino, símbolos de su cuerpo y su sangre, mientras que con la derecha los bendice. Es decir, el acto de la Eucaristía, al cual se invita al espectador dejando un sitio libre en primer plano, para que quién contemple la escena sea partícipe del episodio bíblico.
Otro detalle muy importante es el bodegón que incluye Caravaggio sobre la mesa. En el que también hay un atrevido escorzo con el cesto de fruta en un frágil equilibrio sobre el tablero. Y en ese bodegón o naturaleza muerta destaca la maestría pictórica de este autor, el cual ha dejado para la posterioridad varios bodegones considerados entre los mejores de la historia. Y en este caso lo logra especialmente con ese cesto de frutas en el que vemos manzanas ya muy maduras o higos ya reventados, lo cual alude al pecado original. Mientras que también se ve la granada, símbolo del triunfo de Cristo por medio de la resurrección.
En definitiva, se trata de una de las obras de pintura religiosa más relevantes del arte de Caravaggio y del Barroco, y eso que en su producción hay varios óleos considerados como grandes obras maestras de todos los tiempos, como es el caso de la Degollación del Bautista.